En varias de las presentaciones durante la TYPO, celebrada este año del 17 al 19 de mayo, reinaba la sensación de que nos encontramos ante un cambio de ciclo. No parece haber transcurrido mucho tiempo desde que tenemos una idea clara de en qué consiste el trabajo de los diseñadores tipográficos y el resultado de su labor. En la actualidad, las tipografías se ven sometidas plenamente a la digitalización, tanto en el lado de los tipógrafos y tipógrafas como en la presentación a los lectores. La escritura manual y los tipos de plomo gozan de demanda por su autenticidad, pero se circunscriben sobre todo a los proyectos creativos y factores de atracción. En el día a día, dominan los tipos digitales. En el pasado, la gente leía periódicos y libros. Hoy, este lee con su móvil; ese, en una tableta; y aquel saca su portátil. Windows en unos equipos, sistemas de Apple en otros; existen sistemas operativos móviles y toda una variedad de navegadores. Los destinatarios se mueven por los entornos más diversos, pero siempre están accesibles a través de los canales más variados.
Para comunicarse con lectores y lectoras, pero también con clientes potenciales, se requiere una solución a la cuestión de cómo dirigirse a estas personas en todo momento y lugar en lo relativo a publicidad, marcas, estética y diseño. Una posible respuesta: desarrollar dispositivos nuevos y adaptados, capaces de adaptarse a las situaciones de las personas. También, por ejemplo, el manejo mediante comandos de voz, una tecnología funcional y versátil en la actualidad, como demuestran Alexa de Amazon o los comandos de voz de Google.
Que los diseñadores de tipos no vean esta solución con buenos ojos estriba en la propia naturaleza de la cuestión. Sin embargo, también hay muchos motivos para creer en la continuidad de la tipografía. Justo si hablamos de la publicación o la elaboración de información, el uso de texto es irrenunciable en muchos casos. No obstante —y aquí nos topamos con un factor decisivo en esta cuestión—, este texto debe tener siempre buen aspecto y, ante todo, debe ser plenamente viable. No es el dispositivo el que debe adaptarse al texto, sino al contrario.
En este sentido, las fuentes variables podrían entenderse como un tipo de revolución. Antes de entrar a aclarar su funcionamiento y sus posibles efectos, me gustaría aportar un par de datos acerca de la historia de la tipografía para enmarcar mejor esta revolución inminente.
Desde que Gutenberg inventara la litografía con tipos mecánicos allá por 1450, los tipógrafos han desarrollado los tipos de letra más diversos, tanto en sus variantes germánicas como en las de estilo latino. A mediados del siglo XVIII, el diseño se sistematizó y se sometió a reglas matemáticas. A finales del siglo XIX, gran parte de la tipografía experimentó importantes innovaciones industriales y tecnológicas y surgió la Deutscher Werkbund, la asociación interdisciplinar de las artes y la industria en la que también participaba Walter Gropius. Gradualmente, la tipografía se convirtió en materia de estudio y de formación profesional, considerándose también una forma de comunicación y no solo de expresión. Con la digitalización de la tipografía en las décadas de 1970, 1980 y 1990, los tipos de plomo dieron paso a la fotocomposición, un procedimiento optomecánico. Por último, a mediados de la década de 1990, el ordenador personal entró con fuerza en los hogares. Con él llegaron también las tipografías plenamente digitalizadas. Las tipografías, hasta ese momento analógicas u optomecánicas, se reprodujeron y recrearon en los ordenadores, y nacieron nuevos tipos para web y pantalla especialmente idóneos para la visualización.
Tras el plomo, la fotocomposición, los tipos para PC y los tipos digitales para web, las fuentes variables pueden ser la siguiente revolución, debido a un funcionamiento completamente diferente. Cuando hasta ahora se requerían distintos archivos de tipografía para las distintas versiones de un tipo —un archivo para la negrita, otro para la cursiva, etc.—, ahora tan solo se requiere un único archivo que se toma como base para adaptar los tipos directamente a la pantalla. Los ingenieros de tipos, como Marianna Paszkowska, que presentó las fuentes variables en la TYPO, trabajan ya en la transición de estos tipos y programan, asimismo, los diseños maestros que representan también a las versiones extremas (p. ej., muy finos y muy gruesos). A partir de ese punto, los tipos se pueden agrandar o reducir libremente a lo largo de sus ejes. Las fuentes variables funcionan en todas las pantallas y todos los entornos, y Paszkowska demostró lo funcionales y adaptables que resultan en un entorno 3D virtual. En este ámbito, el diseño tipográfico se traduce en aportar «poder interpretativo» a las propias creaciones a través de un aspecto y una funcionalidad totalmente diferentes según el contexto.
Las fuentes variables también fueron el tema clave de la presentación final de la TYPO: corrió a cargo de Underware, una fundición de tipos de los Países Bajos. El título de su charla, «The tale of the cat», jugaba con la homofonía, la coincidencia sonora de las palabras, ya que no solo versaba sobre la historia del gato, sino también sobre su cola («tale»/«tail» en inglés). En último término, siempre necesitamos un contexto para saber qué nos quieren decir.
El contexto es justamente lo que abordaron los oradores de Underware, que se presentaron acompañados de un guitarrista y un escritor y transformaron el escenario en una clase de instalación artística. La tesis de su charla fue que las fuentes variables ofrecen la posibilidad de poner patas arriba nuestros sistemas y costumbres actuales, dado que ya no se representan exactamente como había previsto su diseñador de tipos, sino de manera flexible en función de cómo se programen. A este respecto, los de Underware no se limitaron a ponderar ventajas y desventajas de las fuentes variables, sino que plantearon una pregunta clave: «¿Qué podemos hacer con ellas?». Para demostrarlo de manera visible, ofrecieron toda una diversidad de ejemplos que se demuestran en una página web creada por ellos mismos al efecto, very-able-fonts.com (también un juego de palabras que sugiere la versatilidad de las Variable Fonts).
Un control deslizante transforma una tipografía latina en braille, un rótulo gráfico animado aparece y desaparece… también hecho con fuentes variables. No obstante, se puede copiar y guardar como cualquier otra palabra. Esta nueva tecnología dinamita el sistema, ya que permite libertades totalmente nuevas, aunque sigue sometida a las reglas de la programación. Se podrían crear tipos que, a causa de su variabilidad, no resultan legibles. Será posible crear todo un alfabeto a partir de una sola letra que, de acuerdo con su programación, se puede transformar en otra letra. Sin embargo, y también lo preguntaban desde Underware, ¿necesitamos tal cosa? En retrospectiva, hablaron de la información móvil tan presente en los sitios webs del pasado. Hoy la etiqueta de HTML está en desuso, cuando en su momento fue todo un hito del diseño. Son muchos los motivos por los que las fuentes variables no tendrán este mismo final, mientras se sigan necesitando tipografías para los aparatos y entornos más diversos.
La charla de Underware —durante la cual el escritor planteó desde el escenario la cuestión del contexto de lectura y el guitarrista hizo «bailar» letras en fuentes variables con la música a través de la programación— hizo honor a la tradición del movimiento dadaísta de principios del siglo XX. Resultó poco convencional y planteó un buen número de preguntas sin intención de darles respuesta. Es decir, salvo contadas excepciones, emuló hasta cierto punto la sensación que domina al sector en el momento actual. Las posibilidades de las fuentes variables parecen ilimitadas. Pronto comprobaremos hasta dónde llegan sus posibilidades lúdicas y cuándo comenzará su uso real y la materialización de sus ventajas tangibles, por ejemplo, su tamaño de archivo reducido (y con él, sus mayores velocidades de carga).
Sin embargo, una cosa está clara: no debemos perder de vista las fuentes variables si no queremos perdernos la siguiente «meganovedad» del diseño tipográfico o, cuando menos, si deseamos mantenernos al tanto de su evolución.