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Es una de las escenas más memorables de la película “Forrest Gump” (1994), en la que el célebre personaje interpretado por Tom Hanks recorre Estados Unidos protagonizando algunos de los episodios más relevantes de la historia del país. En uno de los más divertidos, conoce a un hombre que se ha arruinado en el negocio de las camisetas. Este le explica que quiere poner su cara en una de las prendas, pero no sabe dibujar ni tampoco lleva cámara. En ese momento, pasa un camión, salpica la cara de Forrest con barro y se limpia con la camiseta, de color amarillo, dejando una mancha que emula una carita feliz. “Have a nice day” (“Que tengas un buen día”), dice al despedirse del empresario, que acaba ganando una fortuna con el invento fortuito.
Y así nació el smiley. Al menos en la ficción, porque en la vida real el inventor de este gráfico tan simple como exitoso fue Harvey Ball.
Una imagen para subir la moral
El artista y diseñador estadounidense, nacido en Worcester (Massachusetts) en 1921, se había forjado una carrera para diferentes agencias de publicidad antes de crear la suya propia, la Harvey Ball Art & Advertising, en 1959. El encargo que cambiaría su vida para siempre llegó en 1963 de la mano de la State Mutual Life Assurance. La compañía de seguros acababa de pasar por varias fusiones y adquisiciones que generaron un clima de incertidumbre entre sus trabajadores. Y pidió a Ball crear una imagen de felicidad que pudiera usarse en chapas y pegatinas, entre otros soportes, en un intento de subirles la moral.
Los elementos de la carita sonriente diseñada por el artista en tan solo 10 minutos, según sus propias declaraciones en diversas entrevistas, son el fondo amarillo brillante, como el sol, la forma circular perfecta y una ligera asimetría en los ojos y la boca para humanizar el rostro. El fenómeno entre los empleados y clientes de la State Mutual Life Assurance fue inmediato. Pero ni a la aseguradora ni a Ball, que cobró 45 dólares por su trabajo, se les ocurrió patentar el diseño.
La batalla por la explotación de derechos
A principios de la década de 1970 empieza la batalla comercial por hacerse con el divertido símbolo de la felicidad. Los hermanos Bernard y Murray Spain, propietarios de la empresa de tarjetas de felicitación Hallmark, registraron la carita junto a la frase “Have a nice day” (“Que tengas un buen día”) y la convierten en un activo. Tarjetas, pósters, lámparas, pegatinas, tazas, chapas… En tan solo dos años ganan dos millones de dólares con este fenómeno de merchandising que, según los hermanos, contribuía a recuperar el optimismo de los ciudadanos estadounidenses tras la guerra de Vietnam.
Aunque medio planeta tomó el smiley como un signo de libertad, también es cierto que acumuló muchos detractores, que lo veían como un símbolo infantil. Es un elemento recurrente en la serie de cómics “Watchmen”, por ejemplo, pero manchado de sangre, un contraste con la imagen de felicidad constante.
Pero quien registra por primera vez el icono como una marca comercial es Franklin Loufrani, consciente de su potencial económico. El periodista francés empezó a utilizar la carita amarilla para destacar las buenas noticias en el diario en el que trabajaba, el France Soir, una idea que fue adoptada por muchos otros periódicos a nivel internacional. Y ya en la década de 1980 había conseguido imprimir la carita en todo tipo de objetos, además de convertirla en el símbolo de la contracultura asociada a la música electrónica o el grounge. Hasta Nirvana lo convirtió en su logo; eso sí, desencajado.
The Smiley Company pasó a manos del hijo del fundador, Nicolas Loufrani, ya casi en los albores del siglo XXI. Él ha sido el encargado de introducir en smiley en la comunicación digital al agregar una variedad de expresiones faciales al dibujo original. ¿Quién no manda a diario un montón de emojis a sus contactos a través de WhatsApp? La revolución ha sido tal que, en 2015, el Diccionario de Oxford nombró al emoji de carita con lágrimas de felicidad como palabra del año.
El Día Mundial de la Sonrisa
En la actualidad, The Smiley Company es una marca global que genera ventas por valor de más de 500 millones de dólares anuales a través de productos de moda, alimentación, artículos para el hogar, belleza o incluso arte -el famoso policía smiley de Bansky, sin ir más lejos.
¿Y qué fue de Harvey Ball? Pues nunca reclamó una compensación económica por su creación, pero sí que le preocupaba que el significado original se perdiera por la comercialización excesiva de la carita amarilla en manos de la familia Loufrani. De ahí que, en 1999, tuviera la idea para el Día Mundial de la Sonrisa, que se celebra desde entonces el primer viernes de octubre cada año.
Tras la muerte del diseñador, en 2001, su hijo creó, en Worcester, la Harvey Ball World Smile Foundation, que en 2012 consiguió por primera vez registrar la carita feliz a nombre de Ball.