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Es el centro de telas estampadas más importante del mundo: el Musée de l’Impression sur Etoffes (Museo de la Estampación en telas) de Mulhouse encierra más de 6 millones de motivos. Situado en una ciudad emblemática para este sector desde el siglo XVIII, es una auténtica llave para comprender este tesoro de la región de Alsacia.
Este año, con motivo de su exposición temporal, recibe al compositor André Manoukian como parte de un paseo sonoro. Su «Bal(l)ade» es un periplo musical que invita a descubrir la historia del sector textil desde el siglo XVII hasta nuestros días, valorizada mediante todo un abanico de tecnologías digitales. Nos acercamos a un pequeño museo que, pese a su aspecto discreto, colabora con los grandes nombres de la costura y la decoración contemporáneas.
Mulhouse: el florón de la historia del sector textil
Ante el entusiasmo desatado por los tejidos indios importados a Europa a partir del siglo XVII, el Reino de Francia del siglo XVIII vio nacer a numerosos fabricantes textiles. Cundía el entusiasmo en toda la sociedad, salvo entre los laneros y el gremio de los sederos; y es que esta nueva competencia acarreaba importantes pérdidas de ingresos a estos oficios.
La situación llegó a tal extremo que se hizo necesaria una prohibición para proteger a estas actividades: prohibido importar, fabricar y consumir telas pintadas. A pesar de las duras sanciones, que podían llegar hasta el destierro, resultaba difícil prohibir totalmente este nuevo tejido que causaba furor.
Por aquel entonces, Mulhouse no era francesa y sacó el máximo partido de este periodo, adelantándose más de 10 años. Cabe destacar, además, que la fisionomía de la ciudad se prestaba especialmente a esta actividad manufacturera y comercial: agua en abundancia, con la ruta de la sal que atravesaba la ciudad y que permitía transportar las mercancías…
La primera iniciativa de creación del museo se remonta a 1833: los industriales locales se unieron para recopilar muestras de sus estampados. Los estatutos se depositaron en 1955, fecha oficial de la apertura de un museo, que recibe en la actualidad a más de 30 000 visitantes al año.
El estampado en tela desde su nacimiento en Europa: 4 periodos clave
Las indianas
Las raíces del estampado textil se encuentran en India. Desde alrededor del 2000 a.C., los artesanos indios atesoraban el secreto de la decoración de las telas de algodón que denominamos «indianas». Se realizan con una combinación de dos técnicas: motivos repetitivos con la ayuda de una herramienta compuesta de una pequeña plancha de madera (cuya imagen se puede formar con un tampón entintado) y partes figurativas realizadas con un kalam (una caña cortada).
El proceso de fabricación también emplea mordientes, sales metálicas que se aplican como base a la tela para poder fijar los pigmentos naturales de forma duradera. Esta técnica introdujo una rica paleta de colores, con el rojo de rubia y el azul índigo como tonalidades principales. Las indianas son las primeras telas estampadas que llegan a Europa a finales del siglo XVI. La novedad gusta y los occidentales solo desean vestirse y decorar sus espacios interiores con ellas.
Llegado el siglo XVII, las relaciones comerciales entre Oriente y Occidente se intensifican. La Compañía de las Indias importa grandes cargamentos de estos tejidos livianos, además de influir en la iconografía de las indianas dando instrucciones a los artesanos indios para adaptarse al gusto europeo: se imponen las flores estilizadas sin profundidad y con tallos ondulantes y las geometrías de plantas naturales o las formas imaginarias.
Telas del siglo XVIII
La popularidad de las indianas desborda las capacidades de la Compañía de las Indias, que ya no da abasto para satisfacer la demanda. En la década de 1640, se instalan en Marsella comerciantes armenios que reproducen las técnicas indianas, en lo que constituyen los albores de la estampación europea. Inglaterra y Países Bajos también se suman al mercado.
Los fabricantes franceses logran un éxito notable, lo cual desencadena protestas por parte de laneros y sederos. Es en ese momento cuando el Reino de Francia impone la prohibición que ya mencionamos. En 1759, las indianas vuelven a ser legales y toda Europa se suma al mercado, con Suiza, Inglaterra y Países Bajos a la cabeza. Los útiles de producción son los mismos que los utilizados para la estampación tradicional: la pequeña plancha de madera y el tampón de entintado.
El coste de producción es muy moderado, lo cual supone una gran ventaja, pero siguen sin resolverse cuestiones como la rentabilidad y la fragilidad del material, que no permite grabar detalles muy finos. Se incorpora el uso del latón para aumentar el nivel de detalle y, posteriormente, la técnica de la plancha de madera se complementa con la plancha de cuero repujado, nacida en Irlanda. El éxito fue relativo, ya que el coste de estos útiles era elevado en comparación con su baja rentabilidad.
Telas del siglo XIX
El siglo XIX revoluciona el sector de la estampación de telas. La máquina se convierte en el centro del proceso creativo. La llegada de los rodillos de cobre multiplica por 25 el rendimiento y, esta vez sí, se amortiza el coste de los materiales. Asimismo, la química de los colorantes supone una evolución importante para la estampación textil. En 1856, el químico inglés Perkin descubre la mauveína, el primer colorante sintético. Este y otros descubrimientos en torno al color son objeto de numerosos estudios e innovaciones estéticas.
Telas del siglo XX
En la década de 1930 surge una nueva técnica de estampación: la cama plana. Se extiende una gasa sobre un marco y se cubren de barniz las zonas donde no debe penetrar el color: en cierto modo, es el comienzo de la plantilla. La década de 1960 se asemeja a lo que el siglo XIX aportó al XVIII: del plano se pasó al cilindro. Un bastidor giratorio de níquel microperforado difunde los pigmentos. Esta técnica pronto pasará a ser la predominante en la estampación textil.
Y ¿ahora?
Las técnicas de impresión digital de chorro de tinta han revolucionado la forma de estampar telas, ya que por primera vez se elimina el trabajo de grabado y el coste se centra en la infografía, una tecnología que hace viable la producción a pequeña escala.
Exposición temporal Bal(l)ade: preguntas a Céline Dumesnil, responsable de desarrollo del Museo de la Estampación en telas
La exposición temporal que presentamos este año es una inmersión en la colección del Museo, de la cual hacemos un repaso de principio a fin para la ocasión. A través de tecnologías digitales tales como el «video mapping», el diseño sonoro o los recorridos multimedia interactivos, las telas cobran vida y ganan textura gracias a la banda sonora de la exposición compuesta por André Manoukian. La descubrimos de la mano de Céline Dumesnil, responsable de desarrollo del Museo de la Estampación en telas.
¿Qué puede decirnos de sus exposiciones temporales en el Museo de la Estampación en telas?
Seguimos un principio que gira en torno a las exposiciones temporales anuales. Intentamos trabajar en todas las ediciones con un mismo esquema: la valorización de esta riqueza patrimonial, acompañada cada vez de la invitación a un creador, un diseñador y un compositor siempre muy contemporáneos. Dedicamos un gran espacio a la exposición temporal, por lo que el museo experimenta una auténtica metamorfosis de un año a otro. Ya hemos trabajado con Jean-Charles de Castelbajac en el tema de la infancia, Christian Lacroix sobre la cachemira, Chantal Thomas partiendo del tema de la mujer… Son colaboraciones que siempre dan bellísimos frutos.
Hablando de colaboraciones, ¿cómo surgió la de este año con André Manoukian?
Se trata de una bonita historia fruto del azar, o tal vez del reencuentro. Tenemos como colaboradores en el SUD (el Servicio de Uso de Documentos) a la casa Barrisol, una empresa del departamento francés del Alto Rin que es líder mundial en el campo del techo tensado. Resulta que André restauró una casa de artistas en Chamonix y recurrió a Barrisol. Para esta residencia, sacó partido de distintos motivos provenientes del banco de imágenes del museo. En un momento dado, vino a visitarnos a Mulhouse y abordamos la idea de una futura exposición: la gran historia del motivo desde el siglo XVII. La idea caló y André se mostró entusiasmado con la oportunidad de poner música a esta balada.
¿Cuáles son las temáticas principales de la exposición?
La balada consta de una decena de temas: el tapiz mongol, que es la joya de la colección, nuestra pieza más antigua y también la más rara, del primer cuarto del siglo XVII; las imitaciones, las primeras copias europeas inspiradas en las temáticas indias; la cachemira; la lámina textil a través del gran periodo textil del Segundo Imperio, el tema de la tradición, el diseño y la innovación…
¿Puede hablarnos del uso de las tecnologías digitales en la exposición?
En efecto, usamos numerosas tecnologías digitales para realzar las obras. El «video mapping» se utiliza concretamente en una instalación: se proyectan motivos característicos y siluetas recompuestas sobre una bata blanca que hace de pantalla. Es una versión muy contemporánea del cuento de la piel de asno que se viste de diferentes formas.
Un pequeño inciso: ¿puede desarrollar el principio del SUD, el Servicio de Uso de Documentos, que forma parte del museo?
El SUD es una biblioteca textil que reúne más de 6 millones de documentos de investigadores, estilistas e industriales de la moda de todo el mundo. Esta actividad en torno a los documentos de archivo es una actividad comercial que aporta beneficios al museo. El documento nunca viaja físicamente, pero ponemos a disposición del cliente una digitalización de alta resolución del estampado que permite experimentar y revivir el patrimonio a través de colecciones contemporáneas. Entre nuestros clientes están, por ejemplo, Ikea o la empresa de «macarons» Ladurée. Los clientes pueden reinterpretar el motivo o utilizarlo tal cual.
¿Cuál es su principal proyecto de cara al futuro?
La próxima exposición, dedicada a la flor en los tejidos estampados, se inaugurará el próximo 26 de octubre y para ella contamos con la participación del Museo Yves Saint-Laurent de París y las casas Agnès B. y Leonard de Paris.