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La escritura es algo que damos por hecho en la actualidad, ya aparezca en prensa analógica y otros materiales impresos o en la red, a través de aplicaciones o medios digitales. Estamos rodeados de textos escritos por todas partes, y nuestra impresora doméstica nos permite poner en papel cualquier texto con total facilidad y rapidez. Por tanto, no es de extrañar que olvidemos fácilmente hasta qué punto estaban extendidas y cuánto arte había en las artes gráficas en su apogeo, qué importancia tienen la impresión y la litografía como tecnología cultural y cuánto atractivo pueden llegar a desarrollar estas letras negras, y no solo si miramos al pasado.
De la conservación y protección de este patrimonio, pero sobre todo en lo que respecta a sus prácticas aplicaciones cotidianas, es responsable el Museo de Artes Gráficas de Leipzig (Museum für Druckkunst Leipzig). Se encuentra en el distrito de Plagwitz, en la parte occidental de Leipzig. Detrás de su bonita —diríase que discreta— fachada, se abre un patio interior que denota el claro carácter industrial del edificio, con sus brillantes ladrillos rojos y sus altas ventanas, todo ello enmarcado por puntales de madera blancos. El distrito de Leipzig-Plagwitz fue concebido y urbanizado en el siglo XIX como sector industrial y el propio edificio que alberga hoy el Museo tuvo un uso efectivamente industrial: fue una imprenta.
Un espacio para una tecnología de impresión histórica y aún llena de vida
Mientras el vestíbulo y las áreas de acceso presentan un diseño moderno, en el que predomina la madera, las salas de exposiciones conservan su aire industrial. En el edificio se respira aún un ambiente de fábrica, y tal vez no nos sorprendería si en cualquier momento las salas se llenaran de tipógrafos con su ropa de trabajo y sus mandiles y viéramos las oficinas ocupadas por maestros impresores. Todo se nos muestra limpio, funcional y minimalista: en suma, una auténtica nave industrial. Hoy, los trabajadores especializados de antaño han sido reemplazados por los empleados del museo, también versados y formados en artes gráficas. El personal presenta las máquinas y explica su funcionamiento, ya se trate de impresión en relieve, huecograbado o impresión plana.
«Nuestro objetivo es que este importante patrimonio histórico de las artes gráficas siga vivo: la potencia de estas máquinas se aprecia de inmediato, pero también cuánta sutileza y precisión se requiere en el mundo de la impresión. Por ello, nos alegra que la Unesco haya reconocido las técnicas de impresión artísticas como Patrimonio cultural inmaterial». Susanne Richter, directora del Museo de Artes Gráficas
La litografía como precursora de la impresión offset
Hablando de impresión plana: el recorrido de la exposición en la planta baja del gran taller principal comienza por una máquina litográfica de alta velocidad: pesa nada menos que 12 toneladas y permite producir grandes cantidades de litografías (del griego «lithos», piedra). Resumido en pocas palabras, el proceso se basa en transferir el color de una piedra caliza pulimentada al papel, pero haciendo que solo determinadas áreas se impregnen de tinta y la transfieran. Esta técnica se demuestra y explica en el Museo, empezando por una pequeña máquina de imprimir manual. El proceso fue inventado por Alois Senefelder y es el precursor de la impresión offset actual. La litografía hizo posible la producción de grandes tiradas en color en el siglo XIX y hasta principios del siglo XX. Solo la piedra que se utiliza en la máquina litográfica rápida pesa cerca de 200 kilos. El visitante queda fascinado por el movimiento cada vez más rápido de su enorme volante de inercia hasta que la máquina alcanza un ritmo uniforme y comienzan a caer las hojas ya impresas por la bandeja de salida, de donde son retiradas a mano.
Al igual que la máquina que aún usaba la piedra caliza, las máquinas de mayor tamaño de la sección de litografía dan fe de la velocidad y el perfeccionamiento crecientes de las artes gráficas. Los modelos usados en el pasado revelan los continuos avances surgidos para solucionar los problemas que se iban presentando. Las máquinas más antiguas, manejadas a mano, son el blanco de todas las miradas, empezando por la que se encuentra en el mismo vestíbulo, la réplica de una prensa de husillo construida íntegramente de madera. Un ave de presa remata majestuosa la estructura; es el emblema de los impresores de libros. También las máquinas sucesoras de estos modelos, las prensas de palanca de rodilla, atraen la mirada sobre todo por sus artísticas ornamentaciones: por ejemplo, una de las máquinas está decorada con la figura de metal de Johannes Gutenberg. La prensa de palanca de rodilla empleaba un mecanismo de palanca para multiplicar la fuerza de presión disponible; además, para la construcción de estos modelos se utilizaba cada vez más el metal, ya que es más duradero y más estable ante los cambios de temperatura o humedad.
La impresión y la tipografía van de la mano
También en las fundiciones de tipos y en la composición tipográfica se hace patente el enorme trabajo que conllevaba la producción impresa. El proceso va desde la preparación de una matriz, que se usaba como molde de fundición para los tipos, hasta la fabricación de las letras y, en último lugar, la composición. Mientras que para las matrices se utilizaba un material más blando, en el que se estampaba primero la forma con un sello de acero (endurecido), las letras se fundían con una aleación de plomo, cinc y cierta cantidad de antimonio, que aportaba la rigidez necesaria a los tipos acabados. También esto se puede conocer de forma muy ilustrativa. El museo hará las delicias de los entusiastas de la tecnología, que podrán ver la producción totalmente automatizada de tipos con las máquinas de fundición completa, o máquinas que eliminan los cajones de tipos y permiten fundir y componer líneas de texto en un mismo proceso, que se maneja de forma parecida a una máquina de escribir. Este avance se puede conocer, por ejemplo, en los modelos de Linotype exhibidos en el Museo.
«Lo que siempre me fascina especialmente de nuestro Museo es este olor tan característico que se percibe por todas partes. Es una mezcla irrepetible: huele a soluciones humectantes, tinta y aceite de las máquinas. Es un olor difícil de describir con precisión, pero es muy característico». Sara Oslislo, voluntaria científica
Otras máquinas que se nos presentan igual de complejas y potentes son, por ejemplo, la difundidísima «minerva» automática de Heidelberg o la Gudrun («Victoria frontal») de cilindros oscilantes. Mientras que una prensa de palanca de rodilla con tres operarios produce cerca de 80 pliegos, con las primeras prensas rápidas de 1812 ya era posible producir de 800 a 1 000 pliegos por hora. Otros modelos posteriores alcanzaban tiradas de 5 000 pliegos por hora. La minerva «Heidelberger Tiegel» presente en la exposición ya alcanzaba los 5 500, una cifra solo posible gracias a que el secado de los pliegos se produce directamente en el proceso de impresión o también a que, en algunos modelos, la entrada y salida de los pliegos se producen de forma totalmente automática. Las distintas evoluciones también están estrechamente vinculadas a la situación histórica de los países en cuestión. Una gran parte de los desarrollos se produjo en el Reino Unido en el marco de la Revolución Industrial. No en pocas ocasiones, determinadas materias primas estaban disponibles en un principio solo en determinados países. El hecho de que estas máquinas no operaran siempre con vapor, sino (al principio) también con fuerza manual, incluso con mano de obra infantil, se puede constatar durante una visita guiada a la exposición.
Una valiosa mirada a la historia cultural y tecnológica de las artes gráficas
Incluso con todo el atractivo visual de las máquinas mostradas, la idea no es dar pie a la idealización ni la nostalgia: la idea es más bien dar fe del afán constante por perfeccionar la tecnología de la impresión. Al mismo tiempo, estas tecnologías de antaño no caen en el olvido, sino que conservan todo su interés, sobre todo si los artistas siguen trabajando con ellas. La prioridad en este caso no es satisfacer las necesidades de la producción en masa convencional, sino que determinados aspectos de esta tecnología histórica den fruto desde el punto de vista artístico. Otro de los valores del Museo es que aquí se desarrollan y ponen en práctica constantemente nuevos proyectos que dan vida a esta tecnología de las artes gráficas, por ejemplo, la producción de pósteres, invitaciones y folletos.
El camino que nos ha traído hasta el manejo sencillo y rápido de la tipografía y la impresión ha sido más largo de lo que solemos imaginar en la actualidad; han pasado muchas cosas desde los tiempos de Gutenberg y la impresora doméstica actual. Por ello, este museo es tan interesante para los expertos como para los legos en esta materia. La tecnología de impresión es una parte elemental, aunque al mismo tiempo también bastante olvidada, de la historia cultural de los cinco últimos siglos. Todo aquel que desee adentrarse en esta materia desde los puntos de vista histórico y tecnológico encontrará un destino de excepción en el Museo de Artes Gráficas de Leipzig.