¿Te imaginas una cena con doce comensales de forma simultánea en Barcelona y Nueva York donde todo está impreso, desde la vajilla o la cubertería hasta los platos del menú? ¿O disfrutar de la melodía de un violín que es una réplica de un Stradivarius mediante la impresión 3D? Por increíble que parezca, todo ello ya es realidad.
De un tiempo a esta parte, no para de escucharse de la tecnología 3D como uno de los inventos más revolucionarios del siglo XXI.Y lo cierto es que, visto todo lo que la impresión tridimensional puede llevar a cabo, no es descabellado afirmar que es el mayor invento de las últimas décadas.
La medicina, la moda, el arte, la gastronomía o la arquitectura son algunas de las disciplinas que han sucumbido ante sus bondades. Por poner un ejemplo, ¿quién hubiera imaginado hace 20 años que mediante esta tecnología fuera posible crear una prótesis de una mano por menos de 100 dólares? Pues este avance ya es posible. Es el caso de Daniel Omar, un chaval de 12 años de Sudan que perdió en la guerra los dos brazos y gracias a la impresión 3D ha podido recuperar la movilidad mediante el proyecto Not Impossible. Si bien se trata de una prótesis con movimientos muy básicos, la ventaja es que ésta se acciona de forma mecánica. Así, la prótesis no requiere cirugía ni depende de baterías o un motor para que funcione, lo que ayuda a reducir su precio y los costes de mantenimiento.
Pero esto solo es el principio. De hecho, hay quienes hablan de la impresión 3D como la tercera revolución industrial, pero ¿por qué? Para empezar, debemos ver qué es la impresión 3D. Esta técnica consiste en crear un objeto físico a partir de un archivo modelado digitalmente en un ordenador. Para ello se utilizan softwares específicos de modelado 3D, siendo los más comunes Blender, Photoshop, ZBrush, Maya, Rhino y 3D Max, entre otros. Una vez tienes el diseño de lo que quieres crear, lo siguiente es imprimir la pieza eligiendo la impresora y el material. Tradicionalmente, este tipo de tecnología se ha asociado con la impresión en plástico. Sin embargo, en la actualidad hay una amplia gama de materiales disponibles que van a depender del uso que vaya a tener ese objeto 3D. Así, encontramos desde termoplásticos o polvos metálicos hasta cerámica, incluso materia prima a base de alimentos como son el chocolate o el brócoli. Los límites ya no existen.
Si nos detenemos en el terreno gastronómico, vemos cómo la impresión 3D permite infinitas vías. Aquí, una de las iniciativas más sonadas es la de Food Ink, el primer restaurante de comida impresa nacido en Londres. Se trata de una experiencia gourmet única en la que toda la comida, todos los utensilios y todos los muebles se producen completamente a través de la impresión 3D en un espacio inmersivo y futurista. Food Ink ofrece una serie de cenas pop-up conceptuales en las que la buena cocina se combina con el arte, la filosofía y las tecnologías del mañana.
Siguiendo esta línea, en España está el cocinero Paco Morales, quien con una estrella Michelin es conocido como el ‘chef tecnológico’. Para Morales, la impresión 3D abre un amplio campo en la presentación de la comida, pudiendo romper con la monotonía haciendo que los platos sean más atractivos. El chef participa en el proyecto Digital Gastronomy que en 2014 ofreció una cena para doce comensales de forma simultánea en Barcelona y Nueva York donde todo estaba impreso, desde la vajilla o la cubertería hasta los platos del menú.
Aunque esto pueda parecer fruto de la locura creativa de un chef, estas ideas cada vez están más cerca de un hogar cualquiera. Y así, al igual que sucedió con el microondas o la Thermomix, ya existe una nueva generación de nuevos electrodomésticos que combina tecnología digital y 3D, comida, arte y diseño, como son las marcas ByFlow y Foodini, de Holanda y España respectivamente.
No podemos obviar el terreno del arte. Aquí encontramos un sinfín de iniciativas. Desde ofrecer un concierto con una réplica de un Stradivarius que te puedes imprimir tú mismo en tu casa mediante una licencia Creative Commons por tan sólo 70 dólares como es el caso de la marca Hovalin, hasta reproducir las obras de Banksy en 3D y a todo color.
Una de las iniciativas más interesantes es la del artista holandés Michiel Van der Kley, autor de Project Egg, la que está considerada como la primera obra de arte colaborativa en 3D. Está espectacular instalación escultórica está compuesta de más de 4.500 piezas únicas, impresas en 3D por personas de diferentes países como Estados Unidos, Portugal y Australia.
Todo lo visto en estas líneas es solo una pequeña muestra de la capacidad transformadora de la impresión 3D. Lo destacable de estos ejemplos, es que la revolución 3D está disponible no solo para la industria, sino también para los ciudadanos, a los que da acceso a crear cualquier cosa, favoreciendo el crecimiento del movimiento maker y la descentralización de la producción. Una revolución para imprimir el mundo de la que aún queda mucho por descubrir.