Maestros del cómic: Jiro Taniguchi

Maestros del cómic: Jiro Taniguchi

Candido Romano Publicado el 9/22/2023

Resumen

  • Los años 70 y el debut
  • Los años 80 y su primera obra como autor
  • Los años 90 y El caminante
  • Los años 2000 y los cómics europeos
  • El legado de Jiro Taniguchi

Jiro Taniguchi nació en el sur de Japón, en Tottori, en el año 1947. Fue uno de los dibujantes de cómics («mangaka», en japonés) más importantes de la historia. Se lo consideraba el «poeta del manga» por su estilo sosegado, preciso en el dibujo y excelso en el plano narrativo. Desde niño sintió pasión por el mundo de los cómics, pero, cuando acabó el instituto, empezó a trabajar en una fábrica.

Tras pasar un año trabajando allí, decidió dar el paso, ya que sus dotes artísticas eran más que evidentes: se mudó a Tokio, a casi 700 kilómetros de casa y, gracias a un amigo en común, se convirtió en el ayudante del maestro Kyota Yoshikawa. Yoshikawa era uno de los mayores exponentes del gekiga (que literalmente significa «imágenes dramáticas») y un gran detractor del manga (un término que combina las palabras «ocio» y «dibujo», o lo que es lo mismo: «dibujar sin ningún propósito»).

Ilustraciones de Jiro Taniguchi. Todos los derechos reservados.

El gekiga propone un tipo de manga más maduro, duro y dramático, y trata historias de los estratos más pobres de la sociedad japonesa. Las revistas alternativas Kom y Garo se convirtieron en toda una referencia del gekiga y Taniguchi se vio muy influenciado durante todos esos años que pasó con Yoshikawa y por dichas revistas seminales. Muchos de los temas que trató los desarrolló durante los siguientes años, sobre todo el de la naturaleza salvaje y el de los animales.

Los años 70 y el debut

En 1971, Taniguchi trabajó en su primera obra, un thriller surrealista llamado Cloroformo. Sin embargo, no pasó el corte de un concurso convocado por una editorial. El autor no se rindió y debutó en 1971 con La habitación seca, publicada por la revista Young Comic. Se trataba de un cómic negro y abstracto en el que el autor vive en un bloque de pisos que, en el pasado, albergó un burdel. El protagonista es un niño que ve a su madre prostituirse. Hablamos de una obra experimental, aún con mucha influencia de la revolución del gekiga.

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Su primera serie no llegó hasta 1974. Nos referimos a Animales sin nombre, publicada en 12 volúmenes. Cada volumen cuenta la historia de un ser humano que crea un vínculo con un animal. Animales sin nombre es una obra de divulgación y es la que inició el largo camino del autor en su exploración de la naturaleza y la relación con los animales, que acabarían convirtiéndose en protagonistas absolutos de sus historias.

En 1976 comenzó el llamado «periodo duro» de Taniguchi, cuando conoció al maestro y escritor Natsuo Sekikawa. El sexo, la violencia y los vicios de los personajes eran los protagonistas absolutos de estas historias con tintes negros. Junto a él, dibujó Trouble is my business, una obra que narra la historia de un detective alcohólico, abandonado por su mujer y su hija, y que lidia con distintos criminales en los sórdidos suburbios de Tokio. Con Sekikawa también hizo Tokyo Killers, otra dura historia con mucha experimentación en la dirección y en los colores.

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Por aquel entonces, el estilo de Taniguchi aún era algo «sucio», si tenemos en cuenta las violentas historias que dibujaba, aunque todavía no había madurado del todo.

Los años 80 y su primera obra como autor

La fase noir de Taniguchi continuó durante la década de los 80, sobre todo con la obra Blue Fighter, con guion de Marley Caribu, famoso por ser el creador de Old Boy (un manga en el que se basó una película muy popular). Blue Fighter es una historia sumamente compleja que surgió siguiendo las nuevas tendencias artísticas japonesas de la época y de las protestas callejeras que se produjeron durante aquellos años. El protagonista es un boxeador alcohólico y se puede apreciar aún un estilo bastante tosco, pero muy prometedor.

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Sin embargo, en 1984 llegó el punto de inflexión con Blanca, su primera obra completa como autor y como dibujante. En ella cuenta la historia de un perro modificado genéticamente que tiene que llegar a Alaska. Al can lo persigue el ejército, ya que tiene interés en convertirlo en un arma muy poderosa. La obra cuenta con grandes dosis de violencia, acción y una composición totalmente «libre». En Blanca podemos ver la evolución del estilo de Taniguchi, que introduce páginas completas con una sola viñeta, algunas con tonos muy intensos y, en definitiva, con un estilo bastante diferente al de sus obras futuras. No faltan páginas en las que la naturaleza es la verdadera protagonista, con unos magníficos fondos montañosos dibujados por el autor. Blanca fue la primera obra maestra de Taniguchi, donde la fuerza de los sentimientos sobresale ante un trasfondo de violencia y profunda injusticia.

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En 1987, Jiro volvió a colaborar con Sekikawa y dibujó La época de Botchan, sin duda la obra más complicada en la que trabajó. La historia trata sobre la vida de un importante novelista japonés, Natsuke Soseki, que vivió durante el periodo Meiji (1868-1912), y en ella se refleja este periodo histórico de apertura gradual de Japón con una precisión exquisita.

Con esta obra, Taniguchi alcanzó su estilo definitivo, eliminando todo lo superfluo en los dibujos y en la composición de las tablas. Sus trazos eran mucho más limpios, la composición más equilibrada y las imágenes más legibles. El autor empezó a usar mucho más los blancos, que, en contraste con los grises y los negros, formaban imágenes muy poéticas e impactantes. La época de Botchan fue todo un éxito. De hecho, en 1998, obtuvo el prestigioso premio Osamu Tezuka.

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A finales de los años 80, en 1988, Taniguchi firmó su primera obra de ciencia ficción: Crónicas de la era glacial.

Los años 90 y El caminante

En 1990, se estrenó una nueva obra con la autoría de Taniguchi como guionista y dibujante: se trata de El caminante, quizá una de sus obras más famosas.

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Tras varios años de historias violentas y con mucha acción, Taniguchi decidió buscar una perspectiva más «dulce» en sus obras. El caminante trata sobre un hombre normal que simplemente se dedica a pasear por su pequeño pueblo. Prácticamente no hay diálogos: lo único que vemos es cómo este hombre observa, interactúa con otras personas y vive su vida cotidiana. El entorno y los lugares están dibujados de forma muy precisa y el uso que hace de las onomatopeyas llevan al lector a «escuchar» las situaciones que se desarrollan.

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Gracias a su simplicidad narrativa, se trata de una obra realmente trascendental y rompedora, en la que el estilo de Taniguchi alcanza su máxima expresión. Todo fluye de manera muy tranquila, sin estrés, en contraste con la vida que el propio Taniguchi tenía en Tokio, con un sinfín de plazos acuciantes y una altísima carga de trabajo. Desde el punto de vista del dibujo, el uso que hace de las retículas, que a veces son de color, la precisión de la perspectiva y las imágenes simples, pero, al mismo tiempo, complejas técnicamente, elevan al autor al estatus de maestro mundial del cómic.

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Esta historia fue con la que se descubrió a Taniguchi en Europa. En cambio, el dibujante japonés ya leía a autores europeos desde los años 70, entre los que se encontraba el maestro francés Moebius, con el que colaboró más adelante.

Las siguientes obras de esta década fueron El olmo del Cáucaso, de 1993, una historia de relaciones familiares y vecinales centradas en la decisión de si hay que talar un árbol o no, y Tener un perro, una conmovedora historia acerca de un hombre que pierde a su perro y en la que realizó un gran análisis de la relación que hay entre los humanos y los animales.

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Más adelante le llegó el turno a Gourmet, escrita por Masayuku Kusumi: una «historia que no es una historia» en la que el protagonista es un típico asalariado japonés al que el lector sigue en sus aventuras culinarias. El protagonista analiza los platos y los saborea, pero también observa a los demás, la limpieza del local y la gestión de los encargados.

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En 1994, Taniguchi volvió a trabajar en solitario con El almanaque de mi padre, una de sus mejores obras y una de las más conmovedoras. No se trata de una historia autobiográfica, sino que está inspirada en la visita del autor a su ciudad natal, Tottori, tras 15 años sin pisarla. De hecho, el protagonista de la historia vuelve a su ciudad cuando se entera de que su padre ha fallecido, hecho al que le siguen una serie de recuerdos de su infancia. Es una historia sencilla, pero contada a través de unos dibujos magistrales en los que aflora toda la expresividad de los personajes.

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Los años 2000 y los cómics europeos

Taniguchi es un dibujante de cómics un tanto atípico, ya que estudió a fondo los cómics europeos. La influencia que tienen estos en sus tablas, tanto en la composición como en el contenido, es más que evidente.

En el año 2000, comenzó su colaboración con Moebius con la obra Ícaro, un cómic de ciencia ficción plagado de muchos de los temas más recurrentes de este género: experimentación genética, gobiernos malvados que controlan superhumanos creados en laboratorios, así como mucha acción y violencia. La obra no se completó debido a que las ventas no fueron las esperadas, pero sigue siendo una obra excelente desde el punto de vista gráfico y con las visiones habituales de Moebius: en experimento exitoso.

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Durante este periodo, Taniguchi también publicó otra obra maestra, La cumbre de los dioses, que se centra en la relación entre el ser humano y la naturaleza, concretamente con la montaña. También probó suerte con los cómics western con Sky Hawk. Mas adelante, con Los años dulces, narró la historia sentimental entre un profesor y una de sus antiguas alumnas.

El autor ganó muchísimos premios, entre los que se encuentra el Gran Guinigi como Maestro del cómic durante el festival Lucca Comics de 2010. En 2011, recibió la medalla de Caballero de la Órden de las Artes y las Letras del Estado francés.

El legado de Jiro Taniguchi

El maestro falleció en 2017, con tan solo 69 años: estaba trabajando en El bosque milenario, que, lamentablemente, se quedó sin acabar. Por otro lado, las obras que hemos mencionado solo son una parte del gran repertorio que tenía Jiro Taniguchi, de las cuales aún quedan muchas inéditas en España.

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Todo el mundo está de acuerdo en que Jiro Taniguchi fue un autor extraordinario que dejó un legado excepcional en el mundo del cómic. Con su distintivo estilo y su narrativa reflexiva, supo cautivar a lectores de todo el planeta, haciéndoles vivir muchas aventuras a través de sus obras.

No hay duda de que demostró su maestría en sus viñetas y que exploró temas universales como el amor, la soledad y la naturaleza en géneros de lo más dispares: del cómic negro y el western a la ciencia ficción o la vida cotidiana. Su estilo de narración ha inspirado a muchos artistas y seguro que seguirá haciéndolo durante mucho tiempo.