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Según las definiciones más comunes y extendidas de inteligencia artificial (como la de Marco Somalvico registrada en Wikipedia), esta significa lo siguiente:
Una disciplina —y un auténtico paradigma, añado yo— perteneciente a la informática que estudia la teoría, las metodologías y las técnicas que permiten el diseño de sistemas (hardware y software) capaces de proporcionar al ordenador prestaciones que, para un observador humano común, parecerían pertenecer exclusivamente a la inteligencia humana.
Una típica «prueba del nueve» para testar la inteligencia artificial (conocida también por sus siglas IA en español o AI en inglés) es presentar el «output» o producto de la máquina a un ser humano: si este último lo etiqueta como artefacto humano, estamos dentro del ámbito de la IA.
La omnipresencia de las máquinas en la vida cotidiana
Que hoy vivimos en un mundo cada vez más marcado por el ritmo de las inteligencias artificiales y los algoritmos que caracterizan sus fundamentos es ya algo obvio para todos. Un artículo interesante escrito por Niraj Dawar y publicado en Harvard Business Review hace unas pocas semanas («Marketing in the Age of Alexa») resume bien nuestro día a día en la era de las IA:
El radiodespertador suena a las siete de la mañana, con una canción que no habías oído nunca pero que te gusta mucho. Esto es gracias a Pandora, el algoritmo que aprende sobre tus gustos musicales. Es como tener un DJ personal. […]. Mientras desayunas, lees el periódico: el sistema de impresión está cuidadosamente calibrado con un algoritmo de aprendizaje para evitar rayas de tinta. En casa, la temperatura es perfecta y, desde que has instalado un termostato inteligente Nest, el importe de la factura se ha reducido considerablemente. Estás conduciendo al trabajo […]. Para reducir el tiempo empleado al volante (y el estrés) en las horas punta, utilizas INRIX, un sistema de predicción del tráfico.
Cosimo Accoto —un antiguo compañero, actualmente investigador asociado del MIT de Boston y autor para la editorial EGEA del libro «Il Mondo Dato. Cinque Brevi Lezioni di Filosofia Digitale»— habla precisamente de algo-ritmo, haciendo referencia, con este juego de palabras, a un mundo en el que:
[Los algoritmos] ya no son solo herramientas para realizar una tarea, sino que se han convertido en un componente […] que permite el diseño automatizado de nuestras experiencias.
Economía algorítmica, negocio algorítmico, sociedad algorítmica, vida algorítmica: hoy, los algoritmos marcan el ritmo de la realidad.
Las máquinas en el trabajo y en la comunicación
Si, por tanto, la IA y los algoritmos ya forman parte del día a día, caracterizando cada vez más un mayor número de interacciones (sociales, de negocios, etc.), ¿qué reflexiones se pueden sacar sobre la relación entre inteligencia artificial y comunicación?
Por lo general, se piensa en la comunicación como algo típico del hemisferio derecho de nuestro cerebro. Según los análisis realizados en el ámbito de la especialización hemisférica, se trata del hemisferio del instinto, de los sueños, del pensamiento holístico. Nada que ver, siempre en el imaginario colectivo, con las máquinas y las entidades artificiales, tan frías y calculadoras. No es casualidad que los primeros ordenadores se llamaran «computadoras» (del latín «computare», que significa calcular).
Pero los progresos de la IA y del aprendizaje automático (un método que permite a las máquinas encontrar información oculta sin estar expresamente programadas para «saber dónde buscar») nos acercan cada vez más a una pregunta importante.
¿Pueden las máquinas ser creativas?
La pregunta, planteada así, es claramente retórica y lleva a una única respuesta (no). Pero voy a intentar abordarla desde una perspectiva paralela, citando un estudio reciente de McKinsey sobre la relación entre la IA, la creatividad y el arte de contar historias —una característica humana por excelencia—.
Este estudio se llevó a cabo gracias a una colaboración entre el MIT Media Lab y el equipo de investigación McKinsey Tech & Media. Voy a intentar resumirlo en pocas líneas:
- Los modelos de aprendizaje automático construidos para el análisis analizaron miles de vídeos, dibujando los arcos emocionales (es decir, las trayectorias emocionales experimentadas por los protagonistas durante las escenas).
- Las distintas historias cartografiadas se reagruparon en función del arco emocional más típico.
- Los grupos de vídeos se correlacionaron en función del arco emocional con las reacciones de la audiencia en Twitter y otras redes sociales.
- Dichas reacciones se analizaron no solo desde un punto de vista cuantitativo, sino también cualitativo, con el fin de entender sus características y su magnitud.
¿Cuál fue el resultado? Algunos arcos emocionales resultaron ser más efectivos para suscitar información específica por parte de la gente que vio los vídeos caracterizados por dichos patrones emotivos.
¿Qué podemos extrapolar, en general, de este estudio? Sin duda, el papel central de la IA junto a la creatividad textual y también gráfica/visual —al menos desde un punto de vista del análisis de las tramas y la organización de la estructura narrativa de cualquier comunicación—.
Hoy en día, la inteligencia artificial se emplea cada vez más en combinación con la creatividad. Si quieres echarle un ojo a algunos estímulos adicionales, en el blog de Pixartprinting puedes leer el artículo «3 tendencias (y tecnologías) que estimularán la creatividad digital en 2018». En este artículo menciono el caso de los contenidos generados mediante IA. En la actualidad, los robots logran incluso crear contenidos y ya se utilizan para este fin. Esto se debe a su capacidad de crear orden a partir del caos, es decir, de la gran mole de datos que gobiernan nuestras vidas. Associated Press utiliza algoritmos desde 2014, y también Yahoo!, además de Forbes y muchos otros medios de comunicación. Cuando disfrutamos de los contenidos ofrecidos, no nos damos cuenta, pero es así.
Dicha tecnología está llegando a ser, entre otras cosas, democrática, al alcance de todos. Por cierto: es interesante, en mi opinión, la misión del creador de contenidos generados por IA de Articoloo:
Nuestra tecnología genera contenidos originales, correctos y de alta calidad desde cero, simulando la creación de un ser humano.
Sí, has entendido bien: la herramienta Articoloo simula el trabajo de un redactor creativo, haciendo que lo haga una máquina. Por ahora, los resultados son modestos (con un bajo coste de pocos dólares), pero ¿qué sucederá en el futuro inmediato? ¿Cuál es la trayectoria evolutiva de las máquinas? En un LinkedIn Pulse, Giorgio Barbetta (coordinador de ingeniería en TIC en UniCredit) sugiere dos respuestas:
- Respuesta 1: se detendrán donde nosotros hayamos programado que paren.
- Respuesta 2: no sabemos dónde se detendrán, porque el proceso también está respaldado por redes no supervisadas con sistemas de altísima eficiencia (basados en aprendizaje automático o aprendizaje profundo).
Conclusiones: el desafío de la empatía
Una solución a la dialéctica máquina-persona (a favor de la segunda) en términos de creatividad y comunicación viene de estudios sobre comunicación financiera, según los cuales la empatía —la capacidad de crear cercanía e intimidad con el interlocutor— es un multiplicador de valor económico, ya que genera lealtad e interacciones más eficaces.
La empatía es una variable típica y profundamente humana, un «trozo de creatividad» indispensable para que sea relevante independientemente del producto final (una imagen, un texto…). Y parece que la empatía «nos salvará» de la llegada de las máquinas. Al menos como creativos y comunicadores. Al menos siempre que no entrenemos inteligencias artificiales para aprender empatía y luego aplicarla en nuestro lugar (o, tal vez, con/frente a nosotros).
El desafío continúa y las preguntas siguen abiertas: me gustaría escuchar tu opinión al respecto como gráfico, diseñador o redactor creativo (digital).