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La impresión en tela de Mariano Fortuny
Definido por muchos como el Leonardo da Vinci del siglo XX, Mariano Fortuny y Madrazo fue un artista polifacético que demostró su genio creativo en muchísimos sectores, desde la luminotecnia teatral hasta la decoración de interiores, desde la fotografía hasta la impresión textil. En su opinión, no había diferencia entre artes mayores y menores, puesto que todas aspiraban a la consecución de un ideal de belleza atemporal, basado en una reelaboración de las culturas antiguas.
Nacido en Granada e hijo de Mariano Fortuny y Marsal, grabador de fama internacional, y de Cecilia de Madrazo, perteneciente a una ilustre familia de pintores españoles, crece en un ambiente culturalmente estimulante en el que tiene la posibilidad de cultivar, desde joven, el talento creativo heredado de su padre. Tras la muerte prematura de su marido, Cecilia de Madrazo decide mudarse con su familia a Venecia, meta predilecta de la élite intelectual de la época. En poco tiempo, la casa de los Fortuny se convierte en un lugar de encuentro para artistas, literatos y compositores, que encuentran inspiración para sus conversaciones en las salas suntuosamente decoradas del Palacio Martinengo.
Mariano hereda de su padre una completísima colección de obras de arte, cristales de Murano y telas antiguas, un repertorio que no solo le servía de fuente de inspiración para sus pinturas, sino también como objeto de análisis histórico y tecnológico. En algunas cartas, por ejemplo, Fortuny y Marsal describe los esfuerzos realizados en el horno de un ceramista para recrear los efectos iridiscentes típicos de los productos de loza hispano-moriscos. Esta aptitud para la experimentación técnica, unida a la pasión por el coleccionismo —con la finalidad de un análisis iconográfico en profundidad, más que la mera acumulación de objetos preciosos—, es la principal herencia intelectual que deja a su hijo el célebre padre pintor.
La puesta en marcha del laboratorio textil
La aventura creativa en el sector textil comienza en 1907, cuando Fortuny pone en marcha junto con Henriette Nigrin, su compañera y musa, un laboratorio de impresión textil en la tercera planta de su casa, el Palacio Pesaro degli Orfei. En sus creaciones, la pareja emplea el arte pictórico y el profundo conocimiento de las culturas orientales de Fortuny; los modelos de las vestimentas evocan las de la Antigua Grecia y los trajes marroquíes, árabes y japoneses, mientras que los estampados reproducen motivos florales, marinos y abstractos tomados de obras de arte minoicas, hispano-moriscas, turcas y persas.
El artista reinterpreta sugerencias procedentes de épocas y pueblos lejanos para crear modelos de formas suaves, pensados para exaltar la belleza femenina con una elegancia sencilla pero refinada, liberándola de la esclavitud de corsés y corpiños. El taller de Fortuny lanza una fórmula inédita que se inspira en la cultura minoica y en el mundo oriental para proponer un estilo innovador y, al mismo tiempo, moderno,
compuesto por vestidos «fielmente antiguos pero potentemente originales (…)», según la aguda definición de Marcel Proust. Puede que no todos sepan que el escritor sentía tal admiración por el estilista-artista que lo citó con su nombre real en la novela «En busca del tiempo perdido».
Las técnicas de impresión
En pocos años, el pequeño laboratorio del Palacio Pesaro degli Orfei se convierte en una auténtica fábrica textil y establecimiento comercial, donde trabajan un centenar de personas. Aquí ven la luz los primeros chales, los vestidos y las suntuosas capas de terciopelo de seda estampado; solo más adelante, gracias a las herramientas ideadas por el propio artista, se crean las telas para uso decorativo. Al principio, los Fortuny adoptan un método de impresión muy arcaico, la impresión directa mediante el uso de matrices de madera: tras una primera impresión de separación que delinea el motivo mediante una mezcla que hace el tejido impermeable al colorante, se realizan otras impresiones aproximativas. La difusión del color, que se produce de forma capilar, se frena mediante la barrera de la huella inicial, a fin de delimitar con precisión la coloración.
En 1910 Fortuny patenta un nuevo sistema para la impresión en telas de grandes dimensiones, basado en un proceso de impresión mecánica rotativa. Aplicando las matrices sobre bastidores o utilizándolas en forma de bandas continuas, se pudo reducir de manera significativa el tiempo de producción, conservando el trabajo artesanal y el uso de materias naturales para los colores. Además, el estilista patenta un innovador sistema para realizar el plisado de las sedas más delicadas, gracias al cual consigue crear el célebre vestido Delphos. En 1919 abre una fábrica en la Giudecca para la producción semi-industrial de algodones estampados destinados a la decoración, mientras su mujer Henriette sigue dedicándose a la creación de los vestidos en el laboratorio de Palacio Pesaro degli Orfei.
El éxito internacional
Los vestidos, los trajes de teatro y los algodones para decoración de Fortuny son presentados públicamente en la Exposición de Artes Decorativas de París en 1911, cosechando desde el primer momento un gran éxito, tanto entre el público como entre los periodistas. Se abren tiendas en París, Londres y Nueva York, y la actividad del laboratorio se hace frenética. Aristócratas, intelectuales y actrices famosas salen de los hoteles venecianos más lujosos para acudir al taller del artista y, en poco tiempo, la marca Fortuny se convierte en sinónimo de exclusividad, refinación y elegancia.
Entre otros, el vestido Delphos, una túnica de tafetán de seda plisado inspirada en el quitón jónico, y el chal Knossos, una gran pieza de raso de seda blanca decorada con motivos estampados derivados del repertorio helenístico y minoico, conquistan el corazón de la élite intelectual y de la nobleza europea. Como diseñador de trajes para espectáculos, Fortuny trabajó para las actrices Sarah Bernhardt, Eleonora Duse y la bailarina Isadora Duncan, a las cuales les gustaba lucir sus creaciones también en las citas mundanas.
Dentro del Palacio Fortuny, la casa museo del artista, se puede admirar parte de la colección de obras producidas o coleccionadas por padre e hijo, la completísima biblioteca familiar y algunos de los vestidos y telas creados por el estilista a lo largo de su afortunada carrera.