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¿Quién de vosotros, en vuestra infancia, no ha experimentado la emoción de abrir un paquete de cromos con la esperanza de encontrar exactamente el que faltaba? ¿Y recuerdas la explosión de felicidad al completar tu álbum?
Los cromos siguen siendo un fenómeno mágico: tan simples y a la vez tan queridos por los coleccionistas más ávidos, y por supuesto por niños y niñas de todo el mundo. ¿Y sabías que detrás de los cromos hay una historia de ideas brillantes, innovaciones tecnológicas y curiosidades inesperadas? ¿Y que en Módena, al norte de Italia, también hay un museo entero que cuenta esta historia?
¿Sabías, por ejemplo, que el Rey Sol, en su corte del siglo XVIII, coleccionó una especie de cromos cuando era niño? ¿O que el propietario de los primeros grandes almacenes de Francia regalaba cromos a los niños para que sus padres regresaran a su tienda cada semana? ¿Y adivinas quiénes fueron los primeros en pensar en ponerlos en un sobre?
¡Disfruta de nuestra mágica historia de los cromos!
¿Cuál fue el primer cromo de la historia?
No es fácil identificar el momento exacto en el que surgieron los cromos. Pero empecemos por lo básico: ¿qué es un cromo? Son varios los aspectos que hacen que un cromo sea un cromo: su pequeño tamaño, su disposición en serie, el hecho de que sea autoadhesivo y la posibilidad de coleccionarlos en álbumes.
Pero no siempre ha sido así. Por ejemplo, los primeros cromos autoadhesivos no empezaron a aparecer hasta la posguerra: en Italia, el primer álbum de cromos autoadhesivos fue el álbum de fútbol de Panini de 1962-63. Anteriormente se imprimían en cartón y, en su mayoría, se entregaban con las compras.
Si entendemos los cromos como imágenes para coleccionar, un posible antepasado se remonta al siglo XVII, en la corte del rey de Francia: Luis XIV, conocido como el Rey Sol. Se dice que desde niño el rey coleccionaba imágenes de reinas y entretenimientos de la corte de toda Europa. Las imágenes habían sido impresas en Italia por un famoso y apreciado impresor florentino: Stefano della Bella.
Los cromos como herramienta de marketing del siglo XIX
Los cromos se democratizaron un par de siglos después, en el siglo XIX: la era en la que la industrialización expandió el bienestar a otras esferas de la población. Uno de los símbolos de la época fueron los grandes almacenes, tiendas de varios pisos bien iluminadas donde se podían comprar los productos más diversos, y fue aquí donde nació la idea de las tarjetas coleccionables como método de promoción. Lo que hoy en día conocemos como marketing.
Para ser precisos, las tarjetas ilustradas fueron producidas por primera vez en los grandes almacenes originales, Au Bon Marché de París. En 1867, a su propietario se le ocurrió una idea: regalar cada jueves a los niños una bonita tarjeta impresa (él mismo las repartía en la caja) con un diseño diferente cada semana para animar a las familias a volver a la tienda. Las tarjetas representaban animales, lugares o catedrales y estaban impresas en cartón.
Una nueva técnica de impresión: la cromolitografía
Otro impulso a la nueva moda de las tarjetas coleccionables provino de una técnica de impresión innovadora que simplificó la producción de impresiones multicolor: la cromolitografía. Esta nueva técnica, patentada en Francia en 1837, permitió añadir muchos colores a los diseños de forma mucho más rápida y sencilla que los métodos de impresión en color existentes, y con una gama de tonalidades más amplia y brillante.
La técnica se basa en la litografía, inventada a finales del siglo XVIII por el monje austriaco Aloys Senefelder [aquí analizamos la litografía en detalle, si te apetece probarla en casa]. Requiere una piedra caliza muy porosa y lisa (el término litografía deriva de lithos, que significa piedra en griego). Se dibuja un diseño en la piedra con un lápiz graso, antes de tratarlo con una solución ácida que, entre otras cosas, eleva el diseño por encima de la superficie. Luego se humedece la piedra y se aplica tinta con un rodillo, que solo se adhiere a las partes con el diseño. Cuando se presiona una hoja de papel sobre la piedra, la imagen se transfiere a ella.
Para crear cromolitografías es necesario utilizar una matriz diferente para cada color que se quiera añadir a la impresión. Está laboriosa técnica era revolucionaria para la época y permitía reproducir en serie pinturas al óleo, al temple o acuarelas en hasta 30 colores diferentes.
La colección de cromos más grande y antigua del mundo: los famosos cromos Liebig
En el siglo XIX hubo una empresa que aprovechó de forma muy inteligente las tarjetas coleccionables y las nuevas oportunidades que ofrecía la impresión cromolitográfica: fue la empresa alemana Liebig. En 1872, el fundador de la empresa, famosa por su extracto de carne en formato cubo o líquido, tuvo una brillante idea: acompañar la venta del producto con una serie de tarjetas ilustradas de gran formato.
Los cromos Liebig se publicaron de forma prácticamente continua entre 1872 y 1975, con un total de 1871 series: lo que la convierte en la colección de cromos más grande del mundo. Los temas eran muy variados y dispares: la primera serie, muy inusual y hoy de inestimable valor, representaba escenas de la fábrica de Liebig, pero también había cromos sobre deportes, ciudades del mundo, juegos infantiles, trajes tradicionales, danzas, barcos, inventos y un largo etcétera. En resumen: los cromos Liebig representaron una colorida ventana al mundo a la que los coleccionistas no podían resistirse.
Curiosamente, hasta principios del siglo XX, cada cromo Liebig también incluía el extracto de carne de la marca en algún lugar de la ilustración.
Cromos en sobres: la genial idea de los hermanos Panini
Hasta mediados del siglo XX, los cromos se utilizaban exclusivamente para acompañar otros productos y promover su venta y consumo. Hasta que otra idea revolucionó la historia del cromo.
Esta vez todo sucedió en Italia. En 1961, a cuatro hermanos de Módena propietarios de una imprenta, los hermanos Panini, se les ocurrió una idea: ¿por qué no convertir las tarjetas ilustradas en una pieza de colección por derecho propio? Así que pusieron cuatro tarjetas en un sobre de papel (el que todos conocemos) y empezaron a venderlas así. El éxito fue increíble.
En muy poco tiempo, Panini vendió más de 3 millones de sobres de cromos, en 1961 lanzó el primer álbum de cromos protagonizados por futbolistas y en 1970 el primero internacional dedicado al mundial de fútbol. ¡Así nació una nueva tendencia!
El Museo della Figurina en Módena
Hay un museo en Módena, la ciudad natal de los hermanos Panini, que cuenta la larga y fascinante historia de los cromos.
El Museo della Figurina de Módena nació de la colección privada de Giuseppe Panini, uno de los fundadores de la empresa, que decidió donar sus preciados cromos (no solo los de Panini) a la ciudad.
Este museo, único en Europa, abrió sus puertas en 2006 y tiene una enorme colección de más de 500 000 pequeños grabados que van desde el siglo XIX hasta la actualidad. Narra también la historia de los materiales y las técnicas de impresión utilizados para producir los cromos. Además, el museo alberga exposiciones temporales, eventos, talleres, materiales de aprendizaje a distancia y mucho más.
Los cromos en la actualidad
Dado que la próxima innovación en el mundo de los cromos está a la vuelta de la esquina, no parece que vayan a desaparecer. Los niños y niñas de todas las edades siguen ocupados llenando álbumes de todo tipo y de todos los temas imaginables, y aún hoy los cromos siguen siendo objeto de deseo para muchos coleccionistas.
Hay álbumes reutilizables, cromos en 3D y con realidad aumentada, además de cromos digitales. Los álbumes de cromos pueden enseñarte sobre el mundo o sumergirte en películas, sagas literarias y dibujos animados. En resumen, los cromos no han perdido ni su magia ni su coleccionabilidad.
Terminamos este artículo con una anécdota. ¿Alguna vez has estado buscando un cromo imposible de encontrar? En Italia, en la década de 1930, el gobierno cerró un concurso que premiaba con un automóvil a cualquiera que completara un álbum de cromos vinculado a Buitoni y Perugina, y es que era casi imposible encontrar uno de los cromos que representaban al temible Saladino.