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La simplificación es señal de inteligencia.
Un antiguo dicho chino dice:
lo que no se puede decir en pocas palabras,
tampoco se puede decir en muchas.Bruno Munari
Muchos diseñadores y otros tantos clientes están convencidos de que el diseño gráfico requiere pocos elementos, que cuanto menos se pone, mejor, que «menos es más» y que el minimalismo es una religión.
Si bien es cierto que existen razones históricas, de diseño y prácticas para tener este tipo de planteamiento, no es menos cierto que es importante entender que el espacio vacío en el diseño gráfico tiene una función y un significado, que no basta con «diseñar».
No te fíes de aquellos que apelan a los «japonismos» o a las «escuelas suizas» para crear productos pobres, lineales y sin alma. El minimalismo extremo, que está muy de moda entre parte de los diseñadores, ha hecho que el diseño gráfico sea más refinado, conceptual y funcional, pero también ha creado un método simple, rápido y repetitivo con el que muchos creen que pueden crear proyectos ganadores en muy poco tiempo.
Un proyecto de Josef Müller-Brockmann, uno de los creadores de la llamada «escuela suiza» del diseño gráfico internacionalPara entender el vacío, es absolutamente necesario pensar en la historia del diseño gráfico e intentar volver a recorrer rápidamente alguno de sus pasos para comprender por qué un determinado tipo de diseño sigue cosechando éxitos entre los profesionales.
El siglo XX: el diseño gráfico se casa con la tecnología
Todo empezó probablemente a primeros del siglo XX, cuando el diseño gráfico pasó de ser un trabajo meramente tipográfico y artesanal a un proceso industrial, más complejo. Las cosas hechas a mano empiezan a perder presencia para favorecer la mecánica y la racionalidad del diseño.
En los años veinte, la época de la Bauhaus de Weimar, de El Lisitsky y el Constructivismo ruso y del minimalismo japonés, el diseño gráfico es de naturaleza informativa y funcional, se rebela contra el naturalismo, se acerca a lo abstracto y se celebra el siglo de la tecnología.
El espacio vacío es necesario para equilibrar o resaltar las formas geométricas, los colores fuertes y el predominio de los caracteres tipográficos sobre la ilustración.
Se empiezan a utilizar grandes fondos de color, tanto en publicaciones impresas como en carteles, para hacer demostración de las nuevas capacidades de impresión de la tipografía moderna.
Lo «demasiado lleno» se convierte en sinónimo de folclore, de naturalismo y viene acompañado de una perspectiva algo ingenua que deben evitar aquellos que se sienten con el deber de tener que hablarle a un mundo nuevo y de traer la revolución con el diseño gráfico.
En cambio, lo que sucede es que cada «régimen» le da al diseño gráfico una visión populista, casi infantil, simple y retórica, mientras que el diseño gráfico de verdad queda relegado a la industria y a determinados ambientes culturales y editoriales. El vacío se convierte casi en una elección elitista, austera y poco emotiva.
El diseño industrial y el modernismo
Con la Escuela suiza de la que tanto se hablará en Italia, con Massimo Vignelli, y con la irrupción del diseño industrial de productos, gracias a estudios de diseño gráfico valientes y creativos, que se salían de lo común, como el de Bruno Munari, el vacío seguirá utilizándose, adaptándose a miles de aplicaciones y explotando todo su atractivo potencial.
Sin embargo, el diseño gráfico se ve afectado y a menudo pierde ligereza, se endurece demasiado, queda ligado al uso de la fuente Helvetica, a paletas cromáticas muy escuetas que apenas tienen colores primarios, perdiendo el gusto por la experimentación y el riesgo que toman otros diseñadores de todo el mundo de forma anárquica. A muchas empresas le encantan estos tipos de trabajos porque son sinónimo de modernismo, diseño e innovación tecnológica, muy alejados de lo natural y del mundo decimonónico.
El cliché del vacío: la «moda» del minimalismo
Con el tiempo, la situación se invierte y, de ser revolucionario, el diseño del vacío se transforma considerablemente, como un tópico muy repetitivo, en un enfoque de diseño muy fácil de reproducir y que sirve para cualquier momento, para enseñarse en el colegio y para copiarlo lo máximo posible, aplastando cualquier impulso creativo con su funcionalidad. Se convierte en un pretexto para miles de diseños gráficos que se comparten en la web y que se basan en una idea extrema del minimalismo. Se intenta comunicarlo todo utilizando un único elemento, algo que agrada a aquellos que pueden reconocer incluso las referencias más ocultas de cualquier tema (película, libro, doctrina filosófica, etc.).
El uso consciente del vacío: calma la visión y aporta claridad
Dejando aparte todos estos clichés, los diseñadores han seguido utilizando y explotando el espacio vacío para comunicar: así lo demuestra la gran variedad de estilos y variaciones del diseño gráfico actual (te aconsejo leer «Geografía del diseño gráfico», un ebook gratuito que te ayuda a orientarte entre la gran variedad de estilos que hay). En todos estos estilos, el vacío se utiliza ya sea para ganar en claridad y funcionalidad como para dar un toque de elegancia, ya sea por austeridad como por diversión, así como por llamar la atención sobre algunos elementos o para crear un sentimiento de extrañeza.
Podemos decir que el vacío en el diseño gráfico y en el resto de disciplinas de comunicación visual está más solicitado que nunca por su capacidad para calmar la mirada, descansar la mente y aportar claridad. En un mundo tan hiperconectado, en el que todo se puede conocer y compartir, el espacio vacío del diseño gráfico ayuda a recuperar la atención del espectador, a hablar de forma más clara cuando se informa y a acercar al consumidor a la compra, además de a demostrar lo poco que hace falta para hacerse entender.
El consejo que parece que nos llega de muchísimos diseñadores en estos últimos años es que no hace falta incluir mucho, pero debe estar bien hecho (o muy bien, de hecho). También recomiendan que se cuide hasta el último detalle y que se cree solo un único elemento de interés en cada producto. Podemos decir que parece que el diseño contemporáneo, incluso cuando es excesivo y está lleno de elementos, ha aprendido la lección de lo austero y lo esencial que es el vacío, y que cuando está bien diseñado, consigue mantener la naturalidad sin ser un elemento naturalista.
Si no, corremos el riesgo de hacer sentir al espectador como si acabara de entrar en una representación de una habitación vacía y fría.