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Tras la Segunda Guerra Mundial, hubo una época en la historia de Polonia en la que los muros y paredes de Varsovia y de otras grandes ciudades se cubrieron de carteles que servían para comunicar cualquier tipo de acontecimiento o pensamiento. Mientras que en otros lugares, el uso de los carteles disminuía, en Polonia se convirtieron en el principal medio de comunicación. Estos carteles hicieron que floreciera un nuevo arte que, sin olvidar la destrucción de la guerra, proponía un mundo de colores vibrantes y formas sencillas, a menudo caracterizadas por trazos rápidos y por la técnica del collage. A este fenómeno artístico se le denominó «Escuela polaca del cartel».
Nunca fue una escuela real como tal, nunca hubo un programa ni una homogeneidad de estilos, sino que todo se produjo bajo unas circunstancias políticas, económicas y sociales muy complejas y que, unidas a la gran sensibilidad artística de los artistas de aquel periodo, dieron lugar a una producción única en la historia del dibujo.
Inicios del siglo XX hasta la Segunda Guerra Mundial: 1900-1939
Los carteles ya llevaban tiempo dando fe de los acontecimientos que se producían en Polonia.
En las primeras décadas del siglo XX, como en otros muchos países europeos, los nuevos movimientos artísticos que iban surgiendo causaron un gran entusiasmo. Por su situación geográfica, los diseños polacos se ven influenciados por las vanguardias de Centroeuropa, por una parte, y de Rusia, por otra. Sin embargo, y al mismo tiempo, también se busca recuperar la individualidad propia.
En lo que respecta al arte de los carteles, pese a que hubo artistas destacados como Tadeusz Trepkowski y Tadeusz Gronowski, se puede decir de forma general que las mayores influencias provienen del expresionismo, del constructivismo y del art déco.
El periodo de posguerra: 1945-1980
Polonia sufrió muchas pérdidas durante la Segunda Guerra Mundial. Sus infraestructuras, su agricultura y su industria sufrieron daños catastróficos.
En Polonia, la guerra trajo la censura a las artes gráficas y a la prensa, al igual que a otras muchas disciplinas. La escasa y rudimentaria, aunque ingeniosa, producción gráfica de dichos años se perdió casi por completo tras el alzamiento de Varsovia.
Tras el conflicto, Polonia «resurge» como una sociedad comunista: el cliente ya no es un particular privado, sino el Estado. Como en cada sector, se crea un sindicato que reúne a diseñadores, artistas, escritores y directores. Es el sindicato el que establece estándares y precios, así como los criterios para poder formar parte de él.
El primer trabajo artístico que se solicita tras la guerra es una agresiva propaganda política. En este contexto, emerge Tadeusz Trepkowski (1919-1954), que contrarresta el realismo socialista, inspirado en la propaganda soviética, con carteles caracterizados por un estilo simbólico y metafórico, con un enfoque reduccionista, que busca las formas más simples y que causen más impacto.
Trepkowski les deja prematuramente, pero el testigo de su enfoque lo recogen otros artistas, entre los que se encuentra Henryk Tomaszewski (1914-2005), considerado el fundador de la escuela polaca del cartel, no solo por su excelente producción gráfica, sino también por el rol de educador que ejerce en la Academia de Bellas Artes de Varsovia, donde forma a las futuras generaciones de artistas.
Los primeros carteles cinematográficos tras la guerra presentan el mismo estilo de los años 30, sin ninguna innovación. Sin embargo, las cosas cambian en 1946 cuando Film Polski, la organización estatal responsable de la distribución y promoción de las películas, recurre a un grupo de diseñadores, entre los que se encuentra Tomaszewski, para crear los carteles de algunas películas. Estos deciden no someterse a las peticiones de la distribuidora, sino que imponen su gusto y su experiencia. Aunque su estilo no gusta mucho, consiguen convencer a los órganos del Estado gracias a sus motivaciones ideológicas. El uso de medios comerciales para atraer al espectador no era necesario, ya que iba en contra de los principios de una sociedad comunista. Además de carteles cinematográficos, se realizan carteles para eventos culturales, para el circo, para el teatro y para eventos políticos. En dichos carteles, emerge con fuerza un nuevo lenguaje visual.
De hecho, mientras que en el mundo occidental, dominado por la economía de libre mercado, se desarrollaba el sector de la publicidad tal y como lo conocemos hoy en día, y los carteles se realizaban siguiendo unos estándares y convenciones para seducir y vender a un público cada vez mayor, en Polonia la tendencia era completamente opuesta. La producción gráfica contaba con una gran libertad artística, lo que hacía posible ver carteles únicos, coloridos y vivos en las formas, así como sofisticados y alusivos en los contenidos.
En los años 50, los carteles polacos empiezan a llamar la atención y a triunfar en el extranjero, donde se reciben como un soplo de aire fresco. Este reconocimiento en el extranjero se convierte en una excelente propaganda para Polonia, por lo que en 1966, nace la Bienal Internacional del Cartel en Varsovia y se funda el Museo del Cartel de Wilanów, un distrito de Varsovia.
El estilo de Tomaszewski, que combina el folclore con una sensibilidad artística sofisticada y que se expresa a través de trozos de papel, collages, serigrafías, trazos y pinceladas, se convierte, en cierta manera, en un símbolo identificativo de la producción artística de dicho periodo. En realidad, aunque comparten las mismas raíces culturales y el mismo contexto social, surgen artistas con estilos individuales muy variados. De la siguiente generación, destacan artistas como Jan Lenica, Wojciech Fangor, Roman Cieślewicz, Jan Młodożeniec, Waldemar Świerzy, Wiktor Górka y Franciszek Starowieyski, que logran coger el testigo de la creación de carteles de altísima calidad.
Del Solidarność a una sociedad capitalista: 1980-2020
1980 fue un año muy tumultuoso para Polonia. Las huelgas de trabajadores en Gdansk llevan a la formación del movimiento Solidarność, que llegará a contar con un tercio de la población polaca entre sus miembros y que se transformará en una revolución política. El logo del Solidarność se convierte en un icono internacional y, de nuevo, los carteles juegan un papel fundamental. En 1989, en los albores de la votación que habría cambiado el destino de Polonia, las paredes de la ciudad se llenaron de carteles de Gary Cooper de la película «Solo ante el peligro», en los que se le ve con una papeleta en la mano y con el logo del movimiento como emblema. En la parte inferior, aparece escrito «Mediodía, 4 de junio de 1989».
Actualmente, los carteles polacos de la época dorada se conservan en museos y, pese a que la comunicación visual ha cambiado por completo, siguen siendo un punto de referencia para las nuevas generaciones de artistas de Polonia. Que un arte tan vital, refinado y variado emergiera de la destrucción de la guerra es algo excepcional. Este arte no se desarrolla a pesar de la crisis, sino que es la propia situación de crisis la que garantiza la libertad creativa a artistas excelentes que consiguen sacarle el mayor partido.