El diseño gráfico se considera un trabajo divertido, muy creativo y, sin duda, «cool». Y, efectivamente, quien diseña suele sentirse así, en parte exaltado y en parte un genio: sabe que tiene un público que mirará sus trabajos y que los tocará y pensará en ellos, y sentirá algo gracias a ese objeto. Pero, a medio camino entre el proceso creativo y la relación con el público —dos momentos emocionantes y fantásticos—, hay otro más que todos tienden a olvidar: el momento de la preparación de los archivos para imprimir. Todo lo que antes era exaltación se transforma en gélido sudor que gotea por la frente: ¿habrá algún problema con la impresión? ¡¿Me habré equivocado en algo?! El producto saldrá tal como yo lo había pensado… ¡¿o no?! Y, desde ese día, comienza un sufrimiento que no termina hasta la entrega del producto acabado por parte de la imprenta. Y no hay experiencia que valga: incluso después de toda una vida de trabajo, se sigue sufriendo por el temor de haberse equivocado.
Cierto es que los tiempos han cambiado. Hace tan solo veinte años, algunos errores podían detener un trabajo de impresión durante un día entero. Ahora, con el soporte digital, es posible y más fácil incluso corregir un trabajo en proceso de impresión. Pero algunos errores no se ven hasta que el trabajo ya está acabado…
¿Cuáles son los errores más comunes que corremos el riesgo de cometer cuando mandamos un archivo a impresión?
Veamos.
- Enviar a impresión el archivo con el perfil de color RGB
Este es uno de los errores más comunes, una de esas cosas a las que se presta poca atención, mientras se salta de Photoshop a InDesign. Y, sin embargo, equivocarse de perfil de color es un error terrible. Es tal como nos lo enseñan en la escuela: RGB es el modelo de color aditivo que usa la luz (por tanto, los monitores), mientras que CMYK es el modelo de color sustractivo que usan los pigmentos (por tanto, la impresión). En la imagen se ven los dos modelos de color contrastados dentro del espectro de colores visibles para el ojo humano. Como ves, son muy distintos, sobre todo en lo que se refiere a la representación de algunos colores, como los verdes, algunos azules intensos y algunos rojos. Lo que ves en el monitor puede ser muy distinto de lo que saldrá de la imprenta. Por tanto, trabaja siempre con archivos para la impresión convertidos en el modelo de color CMYK.
- Equivocarse en el orden de presentación de la información o las páginas de un folleto plegable
El folleto plegable, aunque solo sea el clásico con 3 secciones, no es tan fácil de maquetar: hay que tener en cuenta el orden de presentación de la información y cómo se abrirá el folleto.
Es fácil equivocarse, sobre todo si no se tiene mucha experiencia.
Así que imprime siempre un borrador y haz una prueba con los pliegues y comprueba dónde y cómo maquetar el documento, de manera que puedas gestionar bien el archivo en Illustrator o InDesign.
- Olvidarse del sangrado
El clásico error de principiante: mandas el archivo a impresión y no has puesto el sangrado, es decir, el margen para el corte.
Equivocarse con el corte en 1 mm parecerá una nimiedad, pero si nos hemos olvidado del sangrado, se verá muchísimo. De hecho, creará una molesta línea blanca en el margen capaz de estropear el proyecto gráfico más bonito… ¡a menos que tenga un fondo completamente blanco!
- No llamar por teléfono
Se prepara el archivo en nuestro ordenador, después se hace el pedido online y se manda un correo electrónico. ¡Hala! Archivo enviado: ya podemos salir a tomarnos esa merecida cerveza. Como si todo funcionase automáticamente…
Nos olvidamos de que habrá alguien que recibirá el archivo y lo abrirá y revisará (algunos servicios revisan de forma automática). Lee bien las advertencias y directrices del servicio de imprenta que hayas escogido, y recuerda que puedes llamar por teléfono o escribir un correo electrónico para que te expliquen las cuestiones técnicas más complejas. Así te puedes evitar sorpresas desagradables y contratiempos, justo mientras estás disfrutando de esa cerveza.
Hay que pensar en el trabajo con la imprenta como en una colaboración: el trabajo acabado será mejor cuanto mejor haya sido la comunicación entre quien diseña y quien imprime.
- Enviar a impresión el archivo equivocado
Es un error más común de lo que parece y para resolverlo solo hace falta un poco de organización.
Para evitarlo, basta con nombrar los archivos en los que se trabaje de manera progresiva, desde 0 o 1 para la primera versión del borrador hasta el número que haga falta, o nombrar el archivo por fecha de modificación, o con códigos que indiquen las frases de elaboración (borrador -> final -> versión definitiva para impresión).
- Usar mal los colores
Hay muchas formas de usar mal los colores. El problema es que, cuando vemos el archivo en el monitor, todos los colores se perciben como vivos e intensos. Por otra parte, están retroiluminados y, sobre todo para quienes usan pantallas de cristal, los colores presentan un rendimiento fantástico.
Cuando después se lleva a impresión, hay que pensar en la opacidad del papel, en las condiciones de luz variables, en el rendimiento de las tintas y en el famoso modelo CMYK ya citado.
Y, a veces, pasa que el producto impreso no cumple las expectativas.
Tenemos que estar atentos y conocer las trampas de los colores:
- al imprimirlos, los colores demasiado claros pueden resultar aún más claros;
- los textos y fondos deben estar bien contrastados, porque en el monitor pueden ser legibles las combinaciones atrevidas, pero en la versión impresa no;
- atención al rendimiento de los verdes, porque la gama disponible en la impresión es muy reducida;
- en algunos papeles que absorben mucho, los colores oscuros podrían mezclarse y quedar aún más oscuros, o podrían perderse los detalles;
- el negro es difícil de imprimir.
Estos son solo algunos de los errores o distracciones más comunes que se producen cuando tenemos que enviar los archivos a impresión. Para combatirlos, puede que incluso prestar atención no sea suficiente (a menudo nos encontramos al final del proceso de elaboración y podríamos estar cansados). El consejo es organizar procedimientos que siempre sean iguales para permitirnos comprobar mejor el proceso, usar todas las herramientas posibles de control que ofrece el software (como el PreFlight o la Comprobación Preliminar de InDesign) e imprimir un borrador de lo que imprimiremos.
Es un pena comprometerse a hacer grandes proyectos y después imprimir pésimos productos…