Se suele argumentar que el lettering contemporáneo surge como una reacción al diseño digital, como una búsqueda de lo orgánico frente a la presunta frialdad de la máquina, aunque lo cierto es que a toda novedad o avance técnico le ha seguido siempre, de manera natural, una ola de revisionismo tradicionalista.
La actual tendencia del lettering —o rotulación, en castellano— se llevaba fraguando desde hacía más de una década, pero explotó definitivamente hace unos años, aupada por la expansión de redes sociales como Pinterest o Instagram.
La expansión del diseño digital también ha impulsado, paradójicamente, el auge del lettering y otras manifestaciones gráficas más decorativas. En parte porque herramientas como las tabletas gráficas o determinados programas de edición digital permiten realizar composiciones que simulan los efectos decorativos del lettering manual.
Otra de las explicaciones es que desde principios de este siglo, tras varias décadas criminalizado por una modernidad extremista y mal entendida, lo decorativo volvió a estar bien visto. Aunque no era la primera vez en la historia del diseño que esto sucedía, dejó de estar vinculado a un estatus cultural o artístico específico para convertirse de nuevo en una necesidad cotidiana y popular.
Además, en un momento en el que cualquiera puede teóricamente hacer de todo con un ordenador, buscamos el reto natural de hacer cosas que no se pueda con ellos y sentimos la necesidad de definir estilos personales y la distinción que provee algo único, por lo que recurrimos a técnicas antiguas y obsoletas que nos permitan desafiarnos a nosotros mismos.
La explicación final es que, frente a la imposición mercantilista moderna, surge la necesidad de lo inútil, de aquello que no produce ningún beneficio económico por sí mismo, sino el simple placer del disfrute visual o el goce de hacer algo por uno mismo. No todo ha de ser perfecto y el lettering es una de las actuales manifestaciones de lo mucho que necesitamos la imperfección en nuestras vidas. Sin embargo, aun con todos los matices y adaptaciones que impone el contexto actual, el lettering ha vuelto a convertirse en una práctica profesional cada vez mejor valorada.
Hemos de aclarar en este punto que, aunque las tres disciplinas trabajen con letras, hay grandes diferencias entre tipografía, caligrafía y lettering. A muy grandes rasgos, la tipografía es básicamente escritura mecanizada, la caligrafía se basa en el gesto escritural, mientras que el lettering es esencialmente dibujo de letras.
La fuerza del lettering reside en que reúne la expresividad de la caligrafía, el carácter comunicativo de la tipografía y el poder sugestivo de la ilustración, en una sola pieza. Pero precisamente por esto, aunque el resultado trate de evocar sensaciones de frescura, inmediatez o libertad, requiere de una planificación previa.
Su campo de acción, en el ámbito profesional, puede abarcar desde el diseño de logos, el packaging o la publicidad, hasta la ilustración para prensa o de cubiertas de libros e incluso para la personalización de objetos únicos, como unas simples invitaciones de boda. Lo importante no es por tanto que el resultado sea bonito o atractivo, sino que cumpla con el objetivo para el que se diseñó y transmita correctamente el mensaje que le corresponde. Al contrario que muchas de las soluciones estandarizadas, que deben seguir un sistema de diseño preestablecido para mantener la coherencia, el lettering tiene que ajustarse al mensaje como una segunda piel al cuerpo, por lo que una misma pieza, con un estilo particular, no debería usarse para varios proyectos.
A menudo olvidamos además que la letra por sí misma —bien sea tipográfica, caligráfica o rotulada— es un mecanismo de comunicación, por lo que no podemos desvincularla del contenido que transmite y deleitarnos exclusivamente con sus formas. Los buenos diseñadores de lettering lo saben, y parten precisamente de este principio fundamental para crear sus piezas, en vez de limitarse a la simple recreación de un modelo histórico o al mero divertimento estético.
Quizás hayas llegado hasta aquí porque te interesa el lado decorativo del lettering y piensas que puede ser un buen hobby. Si es así, descubrirás un campo fascinante en el que no dejarás de disfrutar. Pero si te interesa como un terreno profesional y no puedes pagar a un experto reconocido, permíteme una serie de consejos:
1. Para empezar, si quieres aprender a hacer lettering, no lo hagas por tu cuenta; aprende de los grandes maestros. Si tienes la oportunidad, acude a alguno de los muchos talleres que imparten por todo el mundo. Seguro que alguno va a tu ciudad o cerca. Si no puedes, apúntate a sus cursos online. La mayoría de ellos tiene alguno e incluso han publicado libros muy didácticos.
2. Practica a diario, todo lo que puedas. Aprende las formas básicas y repítelas hasta hacerlas tuyas con el tiempo; nunca debería haber otras iguales. Los grandes maestros han tardado años en llegar a la maestría. Lo normal es que al principio te salgan chapuzas, como les pasó a ellos también, así que no desesperes. Dibuja, dibuja y dibuja.
3. Aunque los estilos históricos suelen ser las mejores referencias y, sin duda alguna, la mejor manera de educar al ojo y aprender lettering, no te obsesiones con ellos ni trates de reproducirlos milimétricamente. Lo importante es que entiendas cómo funcionaban y a qué necesidades técnicas y comunicativas respondían.
4. Tampoco te conformes con un solo modelo de lettering; siempre tendrás muchos otros por explorar y descubrir que cada estilo tiene sus propias características y significados. Sin embargo, tampoco es conveniente que mezcles más de dos en una sola pieza. Muchos estilos juntos crean confusión y todos los valores comunicativos de un buen lettering acaban perdiéndose en el barullo.
5. Trata de relacionarte con otros practicantes del lettering y sigue los consejos de los grandes maestros. Muchos de ellos son más accesibles de lo que te imaginas y no hay nada como el contacto directo. Te darás cuenta además de que nadie hace exactamente lo mismo, de que es una comunidad muy abierta y de que el intercambio de ideas es la mejor forma de que evolucione tu propio trabajo.
6. Por último, has de entender que, en el diseño actual, el ordenador y todos los programas de edición que podamos imaginar no son más que herramientas complementarias al lettering. Corregir un error, cambiar un color o vectorizar nuestro trabajo manual no es traicionar su esencia; por el contrario, nada impide que lo mejoremos. El error está en pensar que todo lo digital es artificial y automático cuando, en muchos casos, los procesos que realizamos con el ordenador tienen mucho de artesanía.
Entonces, ¿cuánto tiempo va a durar esta tendencia del lettering?, te preguntarás. Hay quien ve en la actual profusión una burbuja insufrible que no tardará en explotar. Lo cierto es que todas las tendencias surgen originalmente como una reacción a lo común y establecido. Aparecen como un soplo de aire fresco que nos obliga a tomar distancia con respecto a las dominantes del momento. Pero lo que ayer era alternativo y hoy es una tendencia masiva, mañana puede ser un cliché que inmediatamente se convertirá en algo molesto y ridículo.
Por el momento nada indica que el lettering haya entrado en esa decadencia. Muy al contrario. El peligro sin embargo reside en la tentación de acabar decorando cualquier diseño con un lettering de apariencia manual, por lo que ese carácter distintivo acabará por diluirse. Esto no sólo perjudica a la propia pieza y su función comunicativa, sino también al lettering profesional en su conjunto, dado que se acaba por trivializar y pierde así su sentido natural. Porque el buen lettering es mucho más que el dibujo de letras bonitas.