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Vida y obra de Dino Battaglia, uno de los autores de cómics más influyentes y exquisitos de toda Italia, además de ser el responsable de elevar el cómic a la categoría de arte.
Dino Battaglia nació en Venecia en el año 1923 y se le considera uno de los autores más importantes del cómic italiano. Sin embargo, no es un autor muy conocido entre el gran público, seguramente porque su nombre nunca se ha vinculado a ningún personaje popular. Hugo Pratt lo definió como el «maestro de los maestros» por su excelsa técnica de dibujo y su estilo tan distintivo, con el que era capaz de combinar elementos narrativos y visuales de una manera muy innovadora.
No obstante, algunos expertos definían a Battaglia como un «ilustrador». Entre ellos, se encontraba Sergio Bonelli, que veía la obra del autor veneciano demasiado desequilibrada hacia el dibujo, en detrimento de la historia. Battaglia nunca digirió bien esta etiqueta, pese a que le acompañó durante toda su carrera.
Su infancia y sus primeros trabajos
Dino Battaglia fue un gran apasionado del dibujo desde muy pequeño. Estudió en una escuela de arte, aunque aprendió a hacer cómics de manera autodidacta. En contra del deseo de su familia, que quería que fuera profesor, de joven exploró Venecia dibujando y recreando sus monumentos, callejones y ambiente. Esta ciudad tan llena de bruma y, a veces, de misterio influyó sin duda alguna en sus obras futuras.
Durante la posguerra, Battaglia se dedicó a hacer ilustraciones para una serie de libros infantiles que publicaba una editorial florentina. A partir de ahí, empezó a sentirse más seguro con su técnica de dibujo, aunque su estilo seguía siendo algo inmaduro.
Asso di Picche, Argentina y los años 50
El verdadero debut de Dino Battaglia se produjo gracias a su colaboración con la revista Asso di Picche, para la que dibujó la serie Junglemen, alternándose con Hugo Pratt. Junto a otros autores, como Alberto Ongaro, formaron el llamado «Grupo de Venecia», un grupo de dibujantes que se hicieron muy famosos tanto en Italia como en el extranjero, sobre todo en Argentina. El propio Pratt emigró a Argentina en 1949, pero Battaglia no se fue con él y se casó en 1950 con Laura De Vescovi, que acabó convirtiéndose en guionista y colorista de algunos de los cómics de su marido.
En cualquier caso, tanto Battaglia como Pratt prestaron sus servicios en el pujante mercado argentino. Este era un mercado en pleno auge, en el que había muchísimas editoriales. Durante este periodo, Battaglia tenía un estilo más clásico que el de Pratt. Eso sí, el autor destacaba por hacer uso de la pluma como herramienta de dibujo en lugar del pincel, que fue la herramienta que muchos autores utilizaron durante una década.
Las cuadrículas de Battaglia durante los años 50 tenían una estructura tradicional, con un diseño de página clásico y divididas en viñetas cerradas, aunque muy evocadoras: sus destellos más creativos llegaron durante los siguientes años, pero los fondos minimalistas y la elegancia de sus dibujos ya eran un rasgo muy distintivo de su obra.
Desde Capitán Caribe a Pecos Bill para Mondadori, pasando por su colaboración con la revista Intrepido y los cómics que le publicó el Daily Mirror para el mercado inglés, se podía ver a un Battaglia que aún era muy «académico».
En 1954 y por encargo del periódico L’audace, ilustró la adaptación de La isla del tesoro y Peter Pan, mientras que de 1955 a 1956, trabajó en los dibujos de El Kid, basados en los guiones de Gianluigi Bonelli para Edizioni Audace (que posteriormente se convirtió en la editorial Sergio Bonelli Editore). Por último, durante la década de los 50, también dibujó para Il Vittorioso, del que destacan los cómics Il corsaro del Mediterraneo y Piuma bianca.
Los años 60, el Corriere dei Piccoli y Moby Dick
Durante los años 60, Battaglia siguió compartiendo muchos momentos personales y profesionales con Hugo Pratt y Sergio Toppi, otro gran autor italiano, con los que colaboró para el Corriere dei Piccoli. Entre las mejores obras del autor veneciano de este periodo, podemos encontrar I cinque della Selena, con el guion de Mino Milani, y Cinque su Marte, obra en la que Battaglia también escribió el guion junto a su esposa Laura.
Durante aquellos años, el Corriere dei Piccoli era un cómic semanal, pero también un periódico para niños con un marcado carácter educativo. Por este motivo, Battaglia y el resto de autores participaron en la elaboración de numerosos cómics históricos, adaptaciones de obras clásicas, cuentos de hadas y novelas de caballería. El autor también dibujó algunas historias de Topo Gigio, un personaje creado por Maria Perego. Durante este periodo, seguimos viendo a un Battaglia que se sometía al diseño clásico de los cómics de aventuras de la época.
Otra obra inolvidable de Battaglia es Ivanhoe, que se publicó en el mismo periódico y en el que llevó a cabo un elaborado estudio de la secuencialidad en un cómic dirigido a niños.
El verdadero «cambio de estilo» de Dino Battaglia se produjo en 1967 con la adaptación a cómic del Moby Dick, de Melville. El autor se lo propuso a su editor, aunque este lo calificó como algo «demasiado complicado». Sin embargo, el autor se puso igualmente manos a la obra. Este trabajo fue una auténtica obra de transición para él, y la aprovechó para experimentar con técnicas nuevas.
En esta obra, combinó su pluma con una herramienta nueva y bastante inusual, la cuchilla, lo que le permitió lograr unos negros rayados bastante impresionantes. También usó por primera vez la esponja, con la que reproducía manchas negras sombreadas e irregulares, una técnica que pasó a convertirse en un rasgo distintivo del autor.
Battaglia empezó a demostrar una gran capacidad de innovación, especialmente en los encuadres. Además, empezó a utilizar muy sabiamente el espacio blanco que había entre las viñetas, con los que subrayaba los repentinos cortes temporales que se producían en sus obras. La obra la publicó la editorial Ivaldi en la revista Sgt. Kirk, fundada y dirigida por Hugo Pratt.
La colaboración con el Corriere dei Piccoli continuó hasta 1972, pero Battaglia, entretanto, empezó a dibujar para una revista dirigida a un público más adulto y que se convirtió en una auténtica referencia en el mundo del cómic italiano: Linus.
En 1968, Battaglia publicó en esta revista La nube purpurea, una adaptación a cómic de la novela de Matthew Phipps Shiel, así como Re Peste, una obra con la que inició una serie de adaptaciones a cómics de algunos relatos de Edgar Allan Poe. En Linus, el autor por fin pudo dar rienda suelta a toda su vena expresiva.
Battaglia estaba muy influenciado por el cine expresionista, pero también por la irrupción del cómic «negro» italiano y por la pintura del secesionismo vienés. El autor no es que copiara las obras en las que se inspiraba, sino que hacía una mezcla muy personal cuyo resultado era algo completamente inédito.
Battaglia revolucionó el mundo del cómic sin que este perdiese su esencia gracias a un lettering diseñado con muchísimo mimo, que reforzaba la esencia de lo que se contaba, además de a la literal explosión de la cuadrícula en sus cómics, haciendo que los blancos y los negros se fundieran para marcar el ritmo de la narración. En sus dibujos de esta época, podemos apreciar esas atmósferas sombrías y decadentes que vivió en la Venecia de su adolescencia, ya que las traslada a obras como La caduta della casa degli Usher, de 1969, donde hace un uso magistral de las viñetas verticales, algunas realmente sobrecogedoras.
Los años 70 y Omaggio a Lovecraft
El cenit expresivo de Battaglia podemos encontrarlo en Omaggio a Lovecraft, publicado en 1970, donde hizo un uso del espacio en blanco que marcaba el ritmo del tiempo y potenciaba una asfixiante sensación de misterio que impregnaba estas historias con un fuerte toque sobrenatural.
El espacio en blanco entre una viñeta y otra aquí se expande, se infiltra en las figuras y, en algunos casos, literalmente las «corta», lo que paradójicamente crea un efecto noir, que suele estar asociado al negro.
Durante los años 70, el autor también colaboró con Messaggero dei ragazzi e Il Giornalino, para los que llevó a cabo algunas obras de temática religiosa. Luego trabajó para Bonelli, para la que creó Un uomo un’avventura. A principios de los años 80, empezó a colaborar con la revista alter alter, para la que creó al inspector Coke con tres historias: I delitti della fenice, La Mummia (con unas cuadrículas magníficas en las que se puede apreciar el culmen de su técnica) e Il mostro del Tamigi, que quedó inconclusa debido a la muerte del autor en 1983, a los 60 años.
El legado de Dino Battaglia
Dino Battaglia dejó un legado imborrable para el mundo de los cómics. Su influencia es evidente en autores como Sergio Toppi, Lorenzo Mattotti o Corrado Roi, y, afortunadamente, sus historias se han reeditado y reimpreso en distintas ediciones, por lo que el interés por su obra sigue muy vivo.
La modernidad de sus elecciones estilísticas y narrativas, que aún se admiran e imitan a día de hoy, da fe de la gran originalidad y conciencia de un autor que siempre supo cómo adelantarse a su tiempo.
Dino Battaglia demostró que el cómic puede ser mucho más que un simple pasatiempo, elevándolo a la categoría de arte y a la de herramienta narrativa compleja y profunda. Su capacidad para reinterpretar los clásicos de la literatura a través del cómic abrió nuevos caminos y posibilidades para el género. Por todo ello, Battaglia es uno de los maestros indiscutibles del cómic italiano y mundial.