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En el mundo de la autoedición editorial, los cómics y las novelas gráficas se han hecho con un espacio muy especial y de gran importancia, ya sea por la reducida intención de las editoriales de publicar historias que se salgan de lo normal, o bien por la capacidad de algunos autores para crear una comunidad leal, creando directamente para ellos.
En toda feria del cómic que se precie, se celebre donde se celebre, siempre se da cabida a sagas y libros autoeditados. En los años setenta, se trataban de productos experimentales, mimeografiados o fotocopiados, pero, en los últimos años, el nivel no ha parado de aumentar, logrando una calidad de contenido e impresión digna de cualquier editorial.
Puedes encontrar un ejemplo en nuestro artículo de 2020: «Autoproducción de cómics e ilustraciones: consejos de los autores de la Self Area de Lucca Comics».
BONE: UNA HISTORIA CON UN ÉXITO ROTUNDO
En el mundo del cómic, ya se practicaba la autoedición en los años setenta y ochenta: tanto en Europa como en América, había una gran variedad de autores, fanzines, colectivos y asociaciones que producían sus propios libros. En general, este tipo de autoediciones no solía ir más allá del nivel local o del entorno de ciertos nichos o comunidades de personas, movidos por intereses y aficiones comunes.
Se tuvo que esperar hasta 1991 para que llegase un cómic que rompiese el molde de las edición tal y como la conocíamos hasta entonces: Bone, de Jeff Smith.
En Columbus, Ohio, nació una de las epopeyas más emocionantes de todos los cómics de edición propia. Jeff Smith fundó un pequeño estudio de animación y se dedicaba en sus ratos libres a publicar tiras para el periódico de la universidad (las tiras cómicas son un formato autoconclusivo, es decir, que se desarrollan en una sola tira y no tienen más continuidad y que suelen publicarse en periódicos y revistas. El ejemplo más famoso de este tipo de cómics es Snoopy, de Charles Schulz).
Al inicio de los años noventa, de acuerdo con su esposa, decidió dejarlo todo y probar con la autoedición de una historia fantástica con tintes cómicos: Bone, cuyos protagonistas son tres divertidas criaturas a medio camino entre el fantasma Casper y los personajes de Disney, aunque, en realidad, están inspirados en el famoso cómic estadounidense Pogo, una de las tiras ilustradas más importantes de la historia.
El objetivo era editar una serie de libros: del primero vendió 1500 copias y luego redujo el número de ejemplares para ajustarse al presupuesto que tenía planificado en su plan de negocios. Cuatro años después, Bone consiguió entrar entre los 100 libros más vendidos de EE. UU., hasta convertirse en un éxito mundial tanto en ventas como para la crítica.
Uno de los aspectos más interesantes del éxito que cosechó Bone es la mentalidad del propio autor, que se puede resumir con su famosa afirmación: «El lector no es el cliente. Lo es porque, al final, son ellos los que leen y compran el cómic, pero, en la venta directa, donde los minoristas no pueden devolver los cómics, el cliente es el comerciante»*.
Por tanto, la idea de Smith era tratar con los distribuidores y minoristas que vendían sus cómics para que estos llegaran a los lectores. Esta lección sigue siendo válida hoy en día, sobre todo en mercados más pequeños que el estadounidense.
Si quieres más información sobre Jeff Smith y su historia.
Las ideas no deben juzgase, sino autoeditarse
Otro gran ejemplo de obra autoeditada es el número 0 de una de las sagas con más éxito de la historia de los cómics, la de las Tortugas Ninja, que surgieron como una parodia de algunas de las historias de superhéroes de Marvel (parte de la historia la puedes encontrar aquí).
En 1984, los autores Kevin Eastman y Peter Laird, gracias a un préstamo, fundaron su propio estudio y lo inauguraron con esta historia paródica. Sin embargo, tres años después, las Tortugas Ninja se convirtieron en todo un éxito mundial.
Fuente: Link
Formas modernas de autoedición
Faith Erin Hicks es una autora canadiense que publica novelas gráficas. En 1999, empezó su primera historia experimental, llamada “Demonology 101”, un drama adolescente con una ambientación fantástica. Solía publicar en su página web una página de la historia al día, un cómic web, como se dice en la jerga. Gracias a esta historia, contaba con una comunidad de fans que la seguían e interactuaban con ella, dándole consejos y proponiéndole posibles desarrollos. La historia concluyó en 2004, después de cinco años y 700 páginas. Fue entonces cuando mandó la novela gráfica a impresión, ya que contaba con una importante base de compradores.
Entre los muchos ejemplos de autoedición moderna, son muy interesantes los proyectos que se apoyaron en plataformas de recaudación de fondos como Kickstarter.
Alec Longstreth, autor de la novela gráfica Basewood, es un ejemplo de autor refinado que publica libros más similares a los libros ilustrados clásicos que a los cómics, de tapa blanda y de bolsillo.
Su modelo de producción se basa en suscripciones y recaudaciones de fondos, lo que le permite al autor poder invertir su tiempo de edición con más tranquilidad, teniendo la espalda cubierta económicamente.
Aquí puedes leer su historia completa.
¿Y en Italia? La autoedición funciona
Uno podría pensar que los ejemplos que hemos mencionado han funcionado porque son parte de un mercado próspero y enorme: la población de América del Norte es de más de 500 millones de personas y la mayoría de ellos son angloparlantes (seguramente algunas comunidades no lean cómics en inglés), mientras que la población de Europa es de más de 700 millones de habitantes, con la diferencia de que en la Unión Europea se hablan, al menos, 24 idiomas oficiales. En resumen, existen muchas diferencias entre nuestros mercados y el de Norteamérica, pero, incluso en países como Italia, hay muchos ejemplos de cómics autoeditados que han logrado el éxito.
Uno de los primeros casos, y uno de los más conocidos, es el de Marco D’Ambrosio, más conocido como Makkox, que empezó a publicar cómics web en formato vertical (una novedad para la época) y que probó con la autoproducción, no tardando mucho en traspasar los límites de Roma.
Una vez que ya era conocido, Makkox ha seguido imprimiendo centenares de copias gracias al apoyo de una comunidad leal que lo sigue desde hace casi veinte años.
En este artículo antiguo de Ninja Marketing, habla de cuentas, gastos y gestión: «He editado 1000 ejemplares en dos tipos de papel. Vendo 800 a 10 € y 200 a 30 (estos están impresos en un papel muy exclusivo y van personalizados con un pequeño dibujo en acuarela). Si los vendiese todos, ganaría lo que me pagaría una editorial por 10 000 ejemplares vendidos en una librería. O lo mismo que si vendiese 2000 ejemplares de 5 libros». En el artículo menciona que vendió los primeros 500 ejemplares en una semana.
En 2011, en el final de su experiencia de dirección de la revista Canemucco, editada por la editorial Coniglio, aconsejó a uno de los dibujantes que había invitado a participar que se autoeditase, ayudándolo económicamente a imprimir los primeros 500 ejemplares.
Así fue como nació otra historia que logró un gran éxito, la de Zero Calcare, ya activo en el mundo de los fanzines, que publicó «La profezia dell’armadillo», llegando a vender 5000 ejemplares, una cifra impensable hasta entonces para un cómic autoeditado.
En esta entrevista, Zerocalcare habla de sus inicios y de Makkox:
En Italia, los ejemplos son bastante singulares, ya que se tratan de cómics existenciales y cómicos, muy alejados de los temas que era más populares en este mundo hace quince años: la fantasía y los superhéroes. Sin embargo, las ganas de publicar, sin importar la opinión de las editoriales, ha abierto nuevos caminos para el cómic.
Alessandro Baronciani es un autor y dibujante consagrado que ha hecho de la autoedición su estilo personal. De esta forma, logró ganarse un público antes de llegar a las librerías, vendiendo pequeños libros autopublicados gracias al boca a boca y a los envíos por correo.
En 2016, gracias a una plataforma de crowdfunding, su «Come svanire completamente» se convirtió en uno de los éxitos editoriales del año, a pesar de tener un formato bastante complejo, ya que venía en una caja con el ejemplar, pósteres, mapas y tarjetas, entre otras cosas.
Fuente: https://testefiorite.it
Aquí tienes su reciente entrevista sobre los Rolling Stone.
En resumen: autoeditarse es una buena idea
La conclusión obvia de este artículo es que, a pesar de todo, la autoedición puede ser una buena idea para cualquier autor de cómics o novelas gráficas, pero es necesario tener un mínimo de espíritu emprendedor, saber hacer cuentas y contar, al menos, con una pequeña base de fans (que pueden ser tus amigos o tus familiares). Hay que asistir a ferias y festivales del sector, que se han multiplicado en los últimos años y que cuentan con espacios reservados para los héroes de la autoedición.
También hay que saber usar Internet: saber crear una página web, hacer campañas de recaudación de fondos, crear contenidos en redes sociales y hacerse un poco de autobombo.
El resultado, como hemos visto, no solo puede ser gratificante, sino también bastante asombroso. Tan solo hay que pensar que uno de cada diez libros vendidos son cómics.
Pero ¿estamos seguros de que todo el mundo piensa así, viendo que el mundo del cómic es uno de los más anárquicos del mundo editorial?
Esto es lo que piensa uno de los autores con más éxito de los últimos años, Micol&Mirco, con su particular mordiente: «La autoedición es una cosa que no debería existir, deberían ser las editoriales las que nos permitan a los autores contar lo que queramos contar. Nos fue útil a muchos artistas para tapar agujeros, pero, ahora, se ha creado una especie de mito en torno a ello y, por tanto, parece que es más guay autoeditarse que publicar con una editorial».
Extraído de un artículo de Minimaetmoralia.