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Se puede ser un «maestro» de cualquier campo incluso estando en vida: seguramente este sea el caso de Chris Ware, el dibujante de cómics estadounidense nacido en 1967. Ware tuvo un gran impacto en el cómic de autor, entre otros, gracias a su minucioso trabajo con las planchas, a su estilo gráfico, sumamente limpio, aunque complejo, así como por sus historias, que hablan de gente normal, pero que se cuentan de una forma extraordinaria.
El autor introduce en sus obras un uso extremadamente creativo de la tipografía y de los textos escritos, mezclándolos con las imágenes, tanto que se estudia en las universidades más prestigiosas de todo el mundo.
Primeras obras e influencias
Ware nació en Omaha, Nebraska: durante su adolescencia descubre la revista Raw de Art Spiegelman, que publicaba obras experimentales de autores estadounidenses como Robert Crumb y Charlie Burns, pero también cómics que estaban de moda en Europa de autores como Jacques Tardi.
El descubrimiento de esta revista se produjo de una forma bastante inusual, casi cómica, como contó en una entrevista con Charlie Rose: «Descubrí Raw mientras buscaba material obsceno en los cómics de mi país. Me impresionó mucho el título y, en su interior, descubrí cómics europeos bastante extraños. Ese ejemplar me cambió la vida».
Sus primeras historias se publicaron a finales de los años 80 en las páginas que The Daily Texan, el periódico universitario de la Universidad de Texas, dedicaba al cómic. Tras iniciarse con algunos trabajos, contactó con la revista Raw di Art Spiegelman, en la que publicó algunas obras.
Esta experiencia le dio confianza para explorar nuevas formas de dibujar, pero también para experimentar con distintas técnicas de impresión y con la autoedición. Posteriormente, comenzó a trabajar con la serie Acme Novelty Library, publicada por Fantagraphics Books desde 1993 a 2002, y que luego pasó a ser autoeditada: con cada número de esta serie, Ware logró poner en entredicho cualquier convención ligada a la publicación de cómics.
Sus influencias se pueden encontrar, además de en Art Spiegelman, en los cómics de principios del siglo XX, los de los orígenes: desde Winsor McCay con Little Nemo al Krazy Kat de George Herriman, de los cómics clandestinos de Robert Crumb al eterno Charles M. Schulz, autor de Peanuts y de Snoopy.
Con todo este aprendizaje bien asimilado, Ware hizo un uso muy inteligente del más de un siglo de historia del cómic para transformar literalmente el vocabulario gráfico y narrativo del noveno arte.
Jimmy Corrigan y el estilo de Chris Ware
2001 fue el año en el que se publicó su primera gran obra, es decir, Jimmy Corrigan: el chico más listo del mundo, en el que se aprecia al instante su estilo y, sobre todo, la intención de crear toda una obra de arte.
Todo el cómic, desde la portada hasta las páginas interiores, es obra del autor, que tardó 7 años en lograr que viese la luz. Se trata de la historia de un hombre cualquiera, paralizado por el miedo a no gustar a los demás: solo este resumen nos hace comprender el trasfondo temático de las historias de Ware, que se caracterizan por un tono triste, pero muy irónico, y que tratan temas como el aislamiento social, la angustia emocional y la depresión.
Gracias a esta obra, a Ware se le reconoce como uno de los artistas de cómics más importantes del mundo, pero también de la literatura estadounidense. Su estilo, de hecho, abarca varios campos: desde la caligrafía de sus cuidados rótulos y el diseño gráfico, hasta la ilustración y el cómic. En 2002, Ware se convirtió en el primer dibujante de cómics invitado para exponer en la bienal del Museo Whitney de Arte Estadounidense.
La plancha de Chris Ware y, en especial, su estilo, están compuestos de muchísimos elementos que mezcla con maestría:
- Una línea muy clara y sin ningún tipo de modulació Significa que los personajes y los elementos arquitectónicos que dibuja Ware cuentan con unos contornos y unas líneas muy nítidas, con un corte extremadamente gráfico.
- Colores y fondos uniformes, con poco uso de sombras y texturas.
- La página es muy compleja y desmonta absolutamente cualquier esquema. Hay que releerla varias veces para poder captar todos los significados.
De hecho, las páginas de las obras de Chris Ware son casi todo un desafío para el lector: por ejemplo, cuando lees Jimmy Corrigan, es normal tener que colocar el ejemplar en vertical o en horizontal, lo que ofrece al lector una experiencia de lectura que en cada página se da en un sentido diferente. Los saltos narrativos y temporales son frecuentes, incluso de generaciones, y la historia se desarrolla de una forma totalmente no linear.
La complejidad de las páginas se puede apreciar en los pequeños detalles, con planchas llenísimas de viñetas.
El cómic como obra de arte impresa
Su consagración como uno de los narradores más importantes del mundo (y no solo del mundo del cómic), probablemente llegó con la publicación de Building Stories en 2012 por parte de la editorial estadounidense Pantheon Books (aún no se ha publicado en Italia, lo va a publicar Coconino en 2022). Narra la historia de una protagonista sin nombre y de otros personajes que viven dentro de un edificio de tres plantas de Chicago. El desarrollo es un tanto inusual, como es típico de Ware: las historias se entrelazan y el propio edificio se convierte en un personaje, con unos dibujos muy complejos que muestran el interior de las habitaciones de cada planta.
Se trata de una obra monumental con la que Chris Ware ganó un Premio Eisner en 2013, un Premio Harvey y el Premio especial del jurado del Festival de Angulema en 2015. No es un simple cómic, sino que es como una caja enorme en la que dentro hay una verdadera máquina narrativa, lo que también se traduce en la impresión de distintos fascículos.
De hecho, la obra está formada por 14 partes, cada una distinta en tipo y en formato: desde un póster hasta ejemplares de tapa dura, desde un folio para doblar al estilo tabloide al clásico cómic estadounidense grapado. El autor dibujó estas 14 partes para que se lean en orden aleatorio. De hecho, no llega a establecer una «ruta» a seguir: solo si se lee todo se puede llegar a tener una visión más clara de la historia.
En cualquier caso, la historia se desarrolla en el pasado, en el presente y en el futuro, por lo que el lector puede encontrarse en una parte de la historia pensando que está ambientada en el presente para luego darse cuenta, leyendo la siguiente parte, que era del pasado. El «final» prácticamente no existe, pero el desarrollo no lineal de la historia revela detalles y descubrimientos continuos.
Aquí es donde aparece la faceta poética de Chris Ware: en Building Stories se reflexiona, sobre todo, sobre cómo recuerdan las personas su pasado y sobre cómo tienden a reescribir y a reconstruir estos recuerdos de forma muy distinta a través de la memoria.
A la obra se le dio tal importancia que los críticos la compararon con el Ulises de James Joyce y con las obras de Calvino y Cortázar.
Monoghraph, Rusty Brown y The New Yorker
También son dignas de mención las historias y, sobre todo, las portadas que ha diseñado Chris Ware para la conocida revista estadounidense The New Yorker desde 1999 hasta hoy. Son un total de 25 portadas que se han vuelto icónicas, incluso durante la pandemia. Tienen la capacidad de contar una infinidad de historias distintas con una sola imagen, en la que siempre hay elementos narrativos superpuestos y cargados de significado.
2017 coincide con la publicación de Monograph, un gran ejemplar en el que Chris Ware habla sobre su familia, su vida privada y su arte: un relato muy íntimo y, probablemente, uno de los libros más complejos que existen en el que las imágenes y los dibujos se funden de forma literal.
La última gran obra del autor en orden cronológico se remonta a 2019: se trata de Rusty Brown, probablemente su obra más madura desde el punto de vista narrativo. Como siempre, mezcla el diseño con el cómic, jugando con unos personajes que viven en un pueblito nevado de Nebraska.
Al principio, solo se publicaron partes de esta novela gráfica en la serie Acme Novelty Library, pero con Rusty Brown, la historia se amplía y cuenta con una mejor organización narrativa: se trata de toda una culminación para el autor, ya consagrado entre los autores más importantes de la literatura estadounidense, independientemente del género con el que trabaja.