Los carteles políticos son, no obstante, un soporte relativamente joven. Mientras que la historia del cartel publicitario se remonta incluso a la invención de la impresión litográfica y la estampación allá por el siglo XV, los carteles políticos solo se producen desde la Primera Guerra Mundial. Desde sus mismos inicios, los diseñadores los utilizan como un medio para la denuncia, la crítica y la ilustración de temas políticos, por lo que les otorgan un papel importante a la hora de movilizar la protesta política y los movimientos sociales.
Aunque al principio se utilizaban para fines de propaganda política, ya desde sus primeras décadas, el lenguaje visual de los carteles se orientaba en contra de las autoridades, como en el caso de las protestas estudiantiles de la década de 1960 o en los movimientos ecologistas de la década de 1970. El sentido de unidad entre los seguidores de los grandes movimientos de protesta política no solo se fomentaba a través de proclamas y objetivos políticos, sino también a través de la estética. Hoy, como antes, se busca que los carteles sean llamativos, aunque su uso y sus aplicaciones han cambiado.
Y todo ello a pesar de que es apenas un siglo lo que separa a los primeros carteles de protesta y las imágenes de la actual cultura de protesta y considerando que las redes sociales y los flujos de información a través de Internet parecen estar desplazando cada vez más al cartel y al periódico mural. Hace no tanto, los carteles de protesta resultaban cruciales para el éxito de los movimientos en el espacio público; hoy, desarrollan buena parte de su actividad en Internet.
Sin embargo, el éxito de determinados carteles se debe sobre todo a que se comparten a través de las redes sociales, alcanzan una mayor difusión, se convierten en iconos y llegan hasta el archivo de carteles de grandes museos. Los carteles políticos recurren muchas veces a la ironía, la comparación y la provocación: fruto de ello surgen nuevas estéticas que ayudan a atraer la atención hacia los movimientos de protesta. También son recurrentes los símbolos que se emplean y sus distintas interiorizaciones culturales.
Por ejemplo, surge una y otra vez el puño cerrado en alto, una de las iconografías de protesta más antiguas y vigente en distintas revoluciones; aunque los diseñadores interpretan estos símbolos de formas novedosas para llegar a un lenguaje visual individual.Uno de los carteles que se ha convertido en un icono es Hope, del artista y diseñador gráfico Shepard Fairey. Fairey tomó la iniciativa de diseñar el cartel que ayudaría a Barack Obama en su campaña para hacerse con la presidencia de los EE. UU. Naturalmente, esta obra es conocida en la actualidad mucho más por su motivo que por el título: se basa en un retrato de Barack Obama. La foto fue una instantánea de Mannie García y Fairey la convirtió en ilustración con los tonos de la bandera estadounidense.
Cartel en ristre, Fairey no dudó en vender su obra personalmente durante la campaña electoral, llegando a convertirse en uno de los símbolos más conocidos de la pugna por el sillón presidencial. Poco después, la organización de la campaña de Obama encargó a Fairey el diseño de otras variantes y motivos adicionales, llegando incluso a las portadas de la revista Time.
Con Obama ya en el Capitolio, Fairey siguió activo en el ámbito político: apenas una década más tarde, diseñó la serie de carteles Greater Than Fear conjuntamente con el fotógrafo Ridwan Adhami y los diseñadores Ernesto Yerena y Jessica Sabogal como una forma de protesta contra el racismo, la misoginia y las políticas de Donald Trump. En este proyecto, Fairey emplea sus motivos para luchar contra la discriminación y nos presenta musulmanes, mujeres y afroamericanos, varios de los grupos de población que Trump convirtió en el blanco de sus críticas durante la campaña electoral.
Los carteles se concibieron para una marcha de protesta contra Donald Trump tras el juramento de su cargo como presidente de los EE. UU. La idea de esta serie era mostrar que el país también tenía un rostro distinto del que proponía Trump. Fairey representa esta idea en su cartel siguiendo pautas propias que dejan atrás los motivos de protesta tradicionales, como cabellos al viento o puños cerrados. Para dar la máxima difusión a su diseño, los diseñadores colgaron los elementos en Internet para uso libre.
También Deva Pardue puso su diseño a disposición de los activistas en formato digital, lo que hizo que alcanzara una gran difusión, sobre todo online y antes de la Women’s March. Su cartel representa tres puños cerrados, uno de los motivos más empleados por los movimientos de protesta. La rápida difusión de este motivo no solo provocó un efecto dominó en el mundo del diseño, sino también en las empresas, que se pusieron a la tarea de reproducirlo y venderlo sin autorización.
Además del cartel de protesta de Deva Pardue, en la Women’s March también se vieron numerosos carteles de producción casera, muchos de los cuales se pueden ver en la actualidad en museos. De hecho, han sido las protestas feministas de los últimos años las que han hecho que galeristas y museos redescubran el diseño de protesta y dediquen exposiciones completas a sus elementos estéticos. Hoy encontramos diversos carteles en las colecciones del National Museum of American History y en el Museum of the City of New York.
El cartel oficial de la Women’s March es minimalista y recurre a apenas unos pocos colores, con símbolos a modo de elementos de estilo. Presenta el cabello al viento como un símbolo de libertad. También este motivo se puede descargar de Internet desde la web oficial. Al contemplar los carteles políticos resulta evidente que la aportación de diseñadores y artistas individuales contribuye considerablemente a hacer pública la protesta de una forma visual. Por sí solos, los carteles no alteran los equilibrios políticos, pero sí persiguen incitar a la población a pensar, movilizarse y comprometerse con el cambio, además de servir de inspiración para un futuro mejor.