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Carl Barks nació en 1901 en Merrill, Oregón, Estados Unidos. Es considerado un pilar del cómic mundial y uno de los grandes maestros del noveno arte. Es más conocido sobre todo por su trabajo en la animación y los cómics de Disney, y por haber creado el mundo de Patoburgo (también conocido como Patolandia o Patópolis, Duckburg en inglés), la ciudad imaginaria donde vive el Pato Donald (Donald Duck, creado por el propio Walt Disney). Barks creó una larga serie de personajes icónicos, como el Tío Gilito (llamado Scrooge McDuck en inglés), Ungenio Tarconi (Gyro Gearloose), los Golfos Apandaderos (los Beagle Boys), Narciso Bello (Gladstone Gander) y Abuela Pato (Grandma Duck), entre otros. Muchos lectores se identifican con estos personajes, que son más reales y creíbles que los de muchos otros cómics de animales antropomórficos.
Carl Barks creció en una era de grandes cambios tecnológicos y culturales, y supo transformar las historietas y los cómics en un medio sofisticado, capaz de entretener y al mismo tiempo ofrecer profundas reflexiones sobre la naturaleza humana y la sociedad. En sus más de 660 historias de patos y aventuras, sus cómics siempre han combinado dibujos de gran calidad con un talento innato para contar historias. A través de sus intrincadas historias y su distintivo estilo ilustrativo, Barks elevó los cómics de un simple entretenimiento a una forma de arte, dejando una marca indeleble en la historia de este medio.
Su infancia y sus primeros trabajos
Los padres de Barks eran agricultores que llevaban una vida bastante aislada junto con su hijo. Todos los días, Barks caminaba más de 3 kilómetros hasta la escuela. De niño, en su tiempo libre, ayudaba a sus padres en la granja. A medida que crecía, comenzó a tener problemas de audición bastante graves, lo que no hizo más que aumentar su aislamiento. Así que se refugió en el dibujo y la lectura.
Barks estaba fuertemente influenciado por autores como Winsor McCay (famoso por su obra seminal Little Nemo) y más tarde por Frederick Burr Opper, Roy Crane, Norman Rockwell, Alex Raymond y E. C. Segar. Siempre fue autodidacta: la única enseñanza que recibió fue un curso de dibujo por correspondencia, una forma de aprendizaje muy popular en esa época, pero tuvo que renunciar a esto debido a la cantidad de esfuerzo que le exigía su trabajo en la granja.
En 1918, a la edad de 17 años, intentó sin éxito una carrera como ilustrador en San Francisco, antes de regresar a Oregón, donde desempeñó varios trabajos. Estas experiencias lo inspiraron para futuras historias del Pato Donald y consolidaron su convicción en el valor de la perseverancia, una cualidad que luego transfirió a su personaje más icónico, el Tío Gilito.
Se casó en 1921 y en 1923 logró finalmente publicar algunos de sus dibujos en las revistas Judge y The Calgary Eye-Opener. En 1924 ya tenía dos hijas, pero se separó de su primera esposa al cabo de unos años, en 1929. En los años siguientes continuó la colaboración con The Calgary Eye-Opener hasta 1935, cuando Barks respondió a un anuncio de Disney en un periódico, donde anunciaban que estaban buscando nuevo personal.
Sus comienzos en Disney
Barks se mudó a Los Ángeles y empezó a trabajar en Disney en 1935 como interpolador (inbetweener en inglés), la persona en el mundo de la animación (al menos en aquella época) que se ocupaba de crear una serie de fotogramas llamados intermediaciones o interpolaciones (inbetweens o tweens en inglés) entre un fotograma inicial y un fotograma de llegada (los fotogramas clave, keyframes en inglés). Llegó justo cuando el estudio lanzaba una de sus estrellas: el Pato Donald, con sus sobrinos Juanito, Jaimito y Jorgito.
Eran personajes complejos que lloraban, se enfadaban y cambiaban de humor. Especialmente el Pato Donald, cuyo carácter era irascible y a menudo sus ambiciones se veían frustradas. Mientras Barks trabajaba como interpolador, presentó sus ideas y gags para las historias animadas del Pato Donald, demostrando su gran habilidad para crear situaciones cómicas con un trasfondo satírico. Gracias a ello, en 1937 fue trasladado al departamento de Disney donde se creaban las historias. El propio Walt Disney le dio a Barks un extra de 50 dólares por crear una escena bastante divertida en los dibujos animados Modern Inventions, donde un robot afeita el trasero del Pato Donald, confundiéndolo con su cabeza.
Barks siguió ideando secuencias para los dibujos animados del Pato Donald y trabajó con varios de los personajes secundarios del Pato Donald, que después usaría en sus futuros cómics. En 1937, el guionista Ted Osborne y el artista Al Taliaferro dieron vida a los sobrinos del Pato Donald, Juanito, Jaimito y Jorgito (Huey, Louie y Dewey) en los dibujos animados Los sobrinos de Donald, cuya creación se atribuyó al propio Osborne y a Taliaferro. En realidad, unas décadas después, Don Rosa, otro gran diseñador de Disney y heredero de Carl Barks, declaró que el propio Barks le dijo que él era el verdadero creador de Juanito, Jaimito y Jorgito. Sin embargo, oficialmente, la autoría de los personajes sigue siendo de Osborne y Taliaferro.
Además, Barks también creó a Daisy, que apareció inicialmente con el nombre de Donna en un cortometraje de animación de 1937. En cualquier caso, gracias a Harry Reeves y al propio Walt Disney, la autora aprendió a escribir guiones. Su primera historia de cómic real para Disney fue Donald Duck Finds Pirate Gold (1942) en colaboración con Jack Hannah.
Sin embargo, el artista puso fin a su colaboración con Disney ese mismo año. Era un período en el que la Segunda Guerra Mundial estaba haciendo estragos y el estudio obligó a producir historias y dibujos animados propagandísticos. A Barks esto no le interesaba en absoluto y por eso abandonó Disney con la excusa de tener una grave sinusitis provocada por el aire acondicionado de las oficinas (Disney fue una de las primeras empresas en adoptar sistemas de aire acondicionado).
La evolución del Pato Donald y el nacimiento de Gilito McPato
A la edad de 40 años, Barks se mudó al sur de California con la intención de tener una granja de pollos con su segunda esposa. El destino, sin embargo, tenía otros planes: Barks fue contactado por Western Publishing, una editorial que publicaba cómics bajo la licencia de Disney para pedirle crear más historias del Pato Donald, dado el gran éxito de su trabajo con este personaje.
Y así, entre 1943 y 1966, Carl Barks creó cientos de historias con el Pato Donald como protagonista, transformando a este personaje de dibujos animados siempre enojado y superficial en una figura mucho más polifacética. El Pato Donald conservó algunos rasgos de su comportamiento impulsivo y agresivo, pero Barks le dio una gama más profunda de emociones. Sus historias oscilan entre gags cortos y aventuras narrativas más complejas con un protagonista capaz de expresar sensibilidad, paciencia, incertidumbre, simpatía, miedo, depresión e incluso destellos de genialidad, como una persona real.
La continua mala suerte de Donald siguió provocando risas, pero ahora Barks lo dibujaba más como un perdedor adorable. El Pato Donald era a veces el creador de sus propias desgracias, pero otras veces era víctima de circunstancias inesperadas o de tipos malos que le complicaban la vida. Estos contrastes emocionales tocaron el corazón de muchos lectores, que se compadecían de sus continuas dificultades financieras y su lucha por mantener un empleo estable.
El vínculo entre el Pato Donald y sus tres sobrinos adoptivos Juanito, Jaimito y Jorgito se vuelve mucho más fuerte y realista gracias al artista. Aunque conservaron parte de su naturaleza traviesa original, los sobrinos resultaron ser inteligentes y astutos, a menudo más sabios que su tío y dispuestos a ayudarlo a resolver misterios complejos o a salir de situaciones complicadas.
Durante los primeros años de su trabajo con Western Publishing, Barks también creó quizás su personaje más famoso, en 1947: Gilito McPato (Scrooge McDuck), que aparece por primera vez en la historia Christmas on Bear Mountain. El artista se inspiró en Ebenezer Scrooge de Cuentos de Navidad de Charles Dickens para este personaje icónico. Gilito McPato es un multimillonario que construyó su fortuna durante la fiebre del oro de Klondike de 1896 y guarda su fortuna en un gran edificio llamado «The Money Bin», donde literalmente puede nadar entre sus montones de monedas. Como todo el mundo sabe, el Tío Gilito es extremadamente ahorrador, hasta el punto de que gastar aunque sea una sola moneda le perturba profundamente. El personaje tuvo tanto éxito que recibió su propia serie a partir de 1952.
Las historias del Tío Gilito a menudo se basan en aventuras y en la búsqueda de artefactos raros y objetos misteriosos que pueden valer una fortuna. Una de las mejores historias del Tío Gilito dibujadas por Barks es, sin duda, Tralla La de 1954, en la que el protagonista abandona su negocio debido a un estrés severo que le provoca una muy extraña «alergia al dinero». El Tío Gilito decide entonces ir al Himalaya en busca de una ciudad perdida donde no existe el dinero. Como siempre, lo acompañan en el viaje el Pato Donald y Juanito, Jorgito y Jaimito, a quienes paga 30 centavos la hora (la alergia no había afectado su tacañería).
Esta historia ofrece una fuerte crítica al capitalismo y al colonialismo, y muestra cómo la introducción incluso del objeto más simple (en este caso, una tapa de botella) puede corromper una sociedad inicialmente pacífica y sin dinero.
A lo largo de su carrera, Barks también creó muchos villanos que contrastan con los distintos héroes, como la hechicera Mágica De Hechizo, Flintheart Glomgold (conocido en España como Isidoro Dorado y famoso por la serie animada Patoaventuras, en inglés Duck Tales) y John D. Rockerduck, otro personaje enormemente rico y segundo verdadero némesis de Gilito McPato.
El estilo, la sátira y el impacto cultural de Carl Barks
El estatus legendario de Carl Barks como autor de cómics se debe a la gran calidad narrativa de sus obras y a la forma en que atraen tanto a adultos como a niños. Es un auténtico maestro a la hora de idear aventuras épicas llenas de emoción, suspense y misterio, llevando al Pato Donald y su familia en búsquedas de tesoros exóticos a través de civilizaciones antiguas, mundos mitológicos y planetas lejanos. Su trabajo sobre los escenarios era obsesivo: en una era anterior a Internet, para documentarse Barks recurría a menudo a fotografías y artículos de la revista National Geographic, dedicando innumerables horas a investigar cada historia nueva.
El resultado fue un gran nivel de realismo, a pesar del contexto de los dibujos animados: el artista imaginó a sus personajes como seres humanos, en lugar de simplemente representarlos como animales antropomórficos. Este enfoque le permitió explorar temas profundos como la pobreza, la desgracia y la perseverancia, reflejando sus propias experiencias de vida en sus personajes, especialmente el Pato Donald y el Tío Gilito. Si bien sus historias fueron sin duda entretenidas, también impartieron importantes lecciones de vida sobre la importancia de la amistad, la familia y el trabajo duro, y mostraron los límites del materialismo sin parecer retóricos o utópicos. Su narrativa también tenía una importante profundidad moral, a menudo teñida de un toque de cinismo rara vez visto en las producciones de Disney: sus personajes «buenos» podían tener defectos y los «malos» podían tener rasgos redentores.
En sus historias, Barks solía utilizar la sátira para criticar y reflexionar sobre cuestiones sociales y económicas. Por ejemplo, en A Financial Fable, advierte contra los peligros del dinero fácil, mostrando cómo la adquisición de riqueza repentina puede conducir a la pereza y cómo el talento empresarial del Tío Gilito le ayuda a recuperar rápidamente su fortuna. Además de hacer reír a los lectores jóvenes, estas historias también los alientan a reflexionar críticamente sobre el tema, preparándolos para enfrentarse a la complejidad del mundo real.
Gracias a la difusión mundial de los cómics de Disney, el impacto cultural de las obras de Carl Barks ha sido enorme. Sus cómics han sido leídos por millones de personas y han dejado una huella significativa en la cultura contemporánea, influyendo incluso en el cine y la televisión. Por ejemplo, Las siete ciudades de Cibola, una historia de 1954, inspiró la escena inicial de la película En busca del arca perdida de Indiana Jones, creada por George Lucas y Steven Spielberg en 1981. También la serie animada Los Simpson de Matt Groening presenta numerosos paralelismos con el universo narrativo de Barks, como la estructuración de una comunidad llena de personajes en una ciudad con rivalidades e historias locales.
El legado de Carl Barks
Carl Barks ha dejado un legado inigualable en el mundo del cómic; una huella imborrable con su extraordinaria capacidad narrativa, su estilo distintivo y la profundidad de los temas abordados en sus obras.
Su capacidad para combinar humor, aventura y reflexión ha hecho que sus historias sean atemporales y amadas en todo el mundo por generaciones de lectores.
El maestro del cómic, Carl Barks.
Barks vivió lo suficiente para experimentar el aprecio de sus millones de fans, emergiendo del anonimato que a menudo caracterizó a los autores de Disney desde la década de 1960. Un año antes de su muerte dijo al profesor universitario Donald Ault: «No tengo aprensión ni miedo a la muerte. No creo en una vida futura. Pienso en la muerte como una paz total. Estás más allá de las garras de todos aquellos que te aplastarían».
Falleció en agosto de 2000, a los 99 años, en su casa de Oregón.